El Blog de Emilio Matei

domingo, 11 de octubre de 2015

Pequeñas ambigüedades

Gilles Deleuze
Es bien sabido que los franceses educados aman su lengua. Disfrutan con fruición la pronunciación perfecta, la perfecta gramática. El sonido de su idioma les suena a canto y no soportan que algún extranjero cometa el mínimo error, que no dudan un momento en corregir.
Todo esto está muy bien, ¿quién podría objetarlo?

En los últimos años, sobre todo desde la caída definitiva del estalinismo, pero en realidad, desde el fin de la segunda guerra mundial, cuando el marxismo va cediendo terreno en las universidades sin prisa y sin pausa, aparecen una gran cantidad de intelectuales que poco a poco van sustituyendo a sus antecesores ofreciendo una nueva interpretación del mundo.
Todos los campos del pensamiento filosófico, sociológico, antropológico, psicológico, etc. etc. son cubiertos por nuevas figuras. Hasta aparecen nuevas disciplinas más o menos justificadas en las también nuevas interpretaciones del mundo real.

Y los jóvenes cambian viejos dioses barbudos y trajeados, enfáticos, mesiánicos, virulentos e iluminados, por otros inspirados, homosexuales, gurmets, verborrágicos y mediáticos. Casi todos franceses.

Y es entonces cuando la lengua francesa, tan querida y gozada por los intelectuales franceses, suele obnubilar los conceptos y esconderlos o anularlos en un supuesta poética que sólo algunos pueden comprender. (Merde alors, malheureusement pas moi!)

Espero que alguien pueda explicarme la gracia de la contradicción en esta declaración de Gilles Deleuze ya que a mí se me escapa. Pido disculpa por mis limitaciones, tengan en cuenta que claramente soy un no iniciado.

“No escribo contra alguien o contra algo. Para mí, escribir es un gesto positivo: consiste en decir lo que admiro, no en combatir lo que detesto. Escribir para denunciar es el nivel más ínfimo de la escritura. En cambio, es cierto que escribir implica que hay algo que no va bien en el estado de la cuestión que se desea abordar. Que uno no está satisfecho. O diría, por tanto: escribo contra las ideas estereotipadas. Siempre se escribe contra las ideas estereotipadas.” (De una entrevista realizada por el periodista Pierre Etienne)

Coññóóó, como dicen mis amigos cubanos. ¡Voto al paper de Sokal! ¿Estoy escribiendo en el nivel más ínfimo de la escritura o, como algo que no va bien, contra las ideas estereotipadas?


Esta oración carece de contenido, es pura forma, está aquí porque se supone que es una mala práctica literaria terminar un escrito con una pregunta. Creo que este final está de acuerdo con el tema que se trata: la frivolidad en la cultura o la cultura de la frivolidad.