El Blog de Emilio Matei

sábado, 21 de marzo de 2015

Otoñal

Las islas del Delta hoy amanecieron sin calma. El agua está alta, a dos metros cincuenta, dicen, y el cielo azul es un estruendo sin nubes. Primer día de otoño. El turismo no apareció hasta ahora. Debe de ser por la miseria que obligó al turista a viajar por el mundo y le colmó las tarjetas de crédito. O al terrible destino de quien envía a los hijos a colegios privados, carísimos, para que no se mezclen con la pobreza enriquecida de estos últimos tiempos. Esto no da para más, dicen.

A pesar de todo, hay un hermoso silencio suavizado por el viento: Sur a treinta y cinco quilómetros por hora, dicen. En ese estruendo brillante, suena un eructo descomunal, inimaginable, como si un terremoto hubiera soplado por un caño, de esos sin costura, de oleoducto.
Me sobresalto y trato de imaginarme de qué garganta prodigiosa puede salir semejante sonido.  Que se repite. Y entonces caigo en que debe de tratarse del ladrido de un perro viejo y achacoso, con los pulmones a la miseria.

Otra vez, como si intentara batir un récord, suena el eructo olímpico.

Y una voz, desde dentro de una casa que no puedo localizar, dice con elegancia: ¡Buen provecho!


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