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Las abejitas y los pajaritos |
Hace unos cuántos años un experto en tráfico de Internet me
comentó que el setenta y cinco por ciento de lo que se movía en Internet era
pornografía, dato que yo no sabría cómo verificar pero que el sentido común no
rechaza demasiado. Todo
albergue
transitorio que se precie de tal tiene que tener un televisor en cada
cuarto con unos cuantos canales pornográficos. Del mismo modo que las cadenas
de cable los ofrecen mediante un pago adicional o, hace un tiempo, gratuito en
horarios y días especiales y con materiales no demasiado
duros. La enorme cantidad de revistas que se ven en los quioscos y
que exponen materiales más o menos pornográficos son el último ejemplo que
mencionaré sobre la importancia social que tiene la pornografía. (Y por qué no
iba a ser teniendo en cuenta la importancia que tiene la reproducción para
nuestra especie y lo ocupados que estamos durante todo el día y lo cansados que
estamos por las noches.)
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San Tinelli |
Pero este artículo no pretende tomar posición sobre la
pornografía, sólo tiene la intención de felicitar a Tinelli, un genio, una
persona cuyas cualidades creativas tal vez teñidas de simple venalidad, abrieron
un espacio público y permitido a la pornografía. Qué categoría inferior a la de
genio le va a una persona que consigue sentar a la abuelita junto a sus hijos y
nietos a ver cuerpos desnudos, transpirados, ritualizando relaciones sexuales y
dejando escapar, de vez en cuando, una teta y ¡hasta una vagina! Dejando el
pene cubierto apenas, reservándole un pequeño espacio de intimidad como se debe
hacer en un país machista.
Más allá de la ironía, es indudable que las manos de los jóvenes
no se llenaron de pelos, las abuelitas no sufrieron colapsos y los padres no tuvieron
que actuar de represores frente a la desnudez, el sexo, la grosería, la violencia, el
absurdo, la sordidez, la estupidez y hasta la buena y mala danza. Claro que más
tarde, en la cama, es probable que la abuelita haya recordado a su viejito, los
niños hayan ensuciado un poquito la sábana y mamá y papá hayan luchado denodadamente
para no hacer ruido: ¡Viejo! ¿Qué te pasa hoy?, pregunta retórica por
antonomasia, habrá hecho la mamá que sabe perfectamente lo que le pasa a su difícilmente motivable pareja.
¡Ah lacanianos!, tenéis razón, la palabra tiene un enorme
peso. Sobre todo cuando no se la usa. Si eliminamos la palabra pornografía de
nuestro diccionario y la cambiamos por cualquier otra como concurso, baile o
fiesta popular, quedamos en libertad para divertirnos infinitamente junto a
nuestros padres e hijos. Y todo esto se lo debemos a Tinelli. Por se motivo
tengo intenciones de promover, desde este blog, su canonización.
- En Buenos Aires: ¡Vamos Tinelli todavía!
- En Montevideo: ¡Viva Tinelli que no ni no!
- En Chile: ¡Viva Tinelli mierda!
Eslogan:
“Gloria a San Tinelli con pecado inconcebible”
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