¿Qué pasó?
Ayer el MACN, Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, cumplió 200 años. Es la institución científica más antigua de Argentina. Pero eso no parece ser interesante ni para El Clarín ni para La Nación ni para Página 12. No pude encontrar ninguna mención en ninguno de esos diarios.
Cuando tenía alrededor de ocho años, ese notable edificio quedaba más o menos a mitad de camino entre mi casa y el centro. Lo veía cuando iba a la Iumen (YMCA), en esa época un chico de ocho años podía viajar solo en ómnibus.
Museo Argentino de Ciencias Naturales |
Para un chico que había sido educado en un respeto casi
religioso de la ciencia y la cultura, la mugre y el abandono del museo eran una
expresión clara de lo que significaba la barbarie.
Una situación parecida viví cuando fui a estudiar y trabajar
en el segundo pabellón de la Ciudad Universitaria, unos meses después de la noche de los bastones largos. Eso sí,
todo estaba limpio. Totalmente limpio.
Los laboratorios abandonados en su mayor parte, algunos
profesores eran titulares de dos y tres cátedras a la vez, y la mejor y
surrealista expresión de abandono que haya visto en mi vida: durante varios
años siguieron llegando equipos y aparatos, objetos carísimos y misteriosos, para
laboratorios que habían sido abandonados hacía mucho tiempo y para
investigadores que ya nadie recordaba. Una especie de fantasía posnuclear para
subdesarrollados.
Y más tarde en el Inti, vigilados por el peronismo
Lopezreguista. Y después de la masacre de
Ezeiza, cuando no supieron qué hacer con Osinde y su banda, la mandaron a reemplazar a esos villeros y a poner orden entre los científicos y técnicos.
Y todavía nos esperaban las torturas y las desapariciones.
Ayer, en el museo, pude sentir que desde este mundo y este
momento, aún con todos sus problemas; en realidad, es difícil sentir nostalgia. Por una vez el
pasado no fue mejor.
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