En
abril de 1915 se produjo el que sería llamado primer genocidio del siglo XX, la masacre de los armenios en manos
de los turcos. Entre un millón y un millón y medio de personas asesinadas en un
hecho histórico que nunca fue reconocido por el estado turco.
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Madres armenias 1915 |
Estos
casos parecen no haber sido aislados sino muchísimos. Por un lado se habló de las
mujeres bellas pero por la frecuencia con que parece haberse producido, estimo
que para muchos turcos de la época apropiarse de una mujer dispuesta a
cualquier cosa para salvarse y, sobre todo, para salvar sus hijos de una muerte
segura, debió de ser un regalo del cielo.
Hoy
en día, algunos escritores y periodistas tanto armenios como turcos, tratan de
reconstruir esa fusión de los respectivos
grupos sociales en búsqueda de su verdadera identidad originaria. Son los
nietos y bisnietos de esas mujeres los que buscan entre los recuerdos propios y
de sus mayores, trazas de sus orígenes.
Teniendo
en cuenta la fecha del genocidio, mil novecientos quince, es muy improbable que
quede alguien vivo y que pueda narrar en primera persona lo que sucedió en realidad. De hecho y según los
registros franceses, desde hace unos pocos años ya no queda vivo ningún soldado
que haya participado en la primera guerra mundial. Pero hasta hace poco había
unas cuantas abuelas que recordaban los cuentos de horror y desesperación que
les habían contado sus madres víctimas directas del genocidio. O cómo sus
nombres armenios se habían perdido en el proceso de integración.
Imagino
que el negacionismo turco tampoco ayuda para intentar algún recurso vía ADN.
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Abuelas de Plaza de Mayo |
La
capacidad que tuvo la inquisición en su momento, la Turquía de principios del
siglo XX, la Alemania nazi a mediados del siglo, el Proceso en Argentina de los
setenta y hoy el ejército de la India en la Cachemira y quién sabe quién más en
qué otra parte del mundo, de crear un dolor en la gente que a veces dura
cientos de años y que va de familia en familia sin terminar nunca de atenuarse
del todo, es parte de un triste legado que sobrevive en los niños apropiados
que aún no lo saben o que, sabiéndolo, no lo quieren reconocer.
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