Otra vez
una masacre y otra vez todos se vuelcan contra las armas. Pero más allá que la
asociación del rifle esté formada por fascistas, racistas y otra gente bastante
despreciable, y de la famosa segunda enmienda que convierte la tenencia de
armas en un derecho humano, está
claro que hay muchos problemas cuya resolución debe ser más prioritaria que la
simple tenencia de un arma para evitar esos asesinatos en masa que parecen ser
cada vez más comunes
La
información está a la vista de todos. Los canadienses tienen más armas por
persona que los norteamericanos y sin embargo tienen un número de asesinatos
por habitante mucho menor. Por vía de la caza y la autodefensa, en casi todos
los países del mundo los campesinos tienen armas. Pero no es entre ellos que se
produce el mayor número de crímenes por armas de fuego. Las borracheras malas
se resuelven, en el campo de nuestro país, más a cuchillo que a bala. Y no va a
ser cuestión de pedirle a los gauchos que usen cuchillos de plástico, como en
los aviones.
Echarle la culpa a las armas es desviar la atención de los verdaderos motivos
Desde sus
orígenes como nación independiente los norteamericanos tienen un cierto número de guerras por generación.
El precio de ser un imperio. Y luego deben lidiar con la locura de los soldados
que consiguen volver. Ahora se lo llama estrés postraumático. Estos soldados dan pena pero en el fondo uno siente que
molestan y que son considerados, aunque lo digan en voz baja, gente cobarde que
no tuvo la integridad y la fuerza interior como para soportar el horror como un
verdadero hombre que protege a su familia y al american way of life y que lo mejor es barrerlos por debajo de la
alfombra de la sociedad.
Estamos
hablando de una sociedad mayoritariamente racista, machista, organizada más
para hablar con Dios e ir a la guerra que para hurgar en la realidad, más para
repetir hasta el cansancio lugares comunes como era un trabajo sucio pero alguien tenía que hacerlo que para tratar
de descubrir la verdad de las cosas y actuar en consecuencia.
Tanto
molestan aquí con el tema de la crisis de
valores para gente que actúa más por interés privado o de clase que por un supuesto
sistema de valores universales. La verdadera crisis de valores se expresa también
por hechos tan objetivos como esos asesinatos a mansalva. En esos pobres tipos
que viven en una cárcel dorada que hoy en día permite por ley antiterrorista el
asesinato de sus ciudadanos sin juicio previo, esos tipos que deben ir a
guerras que no entienden o ser considerados cobardes, que tienen que morirse en
la calle si no pueden pagar la salud o tienen que ver morir en la calle a los
que no pueden pagar salud, por eso de por
quién doblan las campanas, que siempre doblan por todos y que suele saberse
aún de modo inconsciente, lo que tiene que producir una terrible sensación de
inseguridad, una paranoia que no me parece difícil que se vuelva asesina.
Supongo
que para unos cuantos norteamericanos la justificación de todo esto es que es
el precio de ser los dueños del mundo. Y seguramente tienen razón. Lo que
deviene en tres preguntas inevitables. ¿Tiene sentido ser el dueño del mundo? Si
uno responde sí a la primera pregunta
habría que responder a las dos siguientes: ¿Vale la pena pagar tan caro? ¿No
hay otra manera?
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