La
situación se complica en Uruguay. La impunidad ganó otra batalla. O al menos
eso es lo que parece aunque yo no estaría del todo seguro.
Me pregunto si la derecha tradicional representada por los dos partidos históricos a los que pertenecen los jueces de la Suprema Corte de Justicia, se siente tan fuerte como para golpear a la sociedad mayoritariamente volcada a la izquierda a riesgo de producir una reacción incontrolable.
Es cierto que enfrente tiene a un gobierno en permanente conflicto que no termina de resolver problemas económicos y sociales. Un gobierno que hasta ahora siempre dio la sensación de que no se decide a dar un paso definitivo hacia delante, hacia el desarrollo industrial y un esquema impositivo más justo a partir de una mayor presencia estatal y que, muy a menudo, termina cediendo a criterios neoliberales. Pero un enemigo común y poderoso tiende a unir y a terminar con discusiones bizantinas y tibiezas varias. Y la Suprema Corte de Justicia es esa clase de enemigo.
Me pregunto si la derecha tradicional representada por los dos partidos históricos a los que pertenecen los jueces de la Suprema Corte de Justicia, se siente tan fuerte como para golpear a la sociedad mayoritariamente volcada a la izquierda a riesgo de producir una reacción incontrolable.
Es cierto que enfrente tiene a un gobierno en permanente conflicto que no termina de resolver problemas económicos y sociales. Un gobierno que hasta ahora siempre dio la sensación de que no se decide a dar un paso definitivo hacia delante, hacia el desarrollo industrial y un esquema impositivo más justo a partir de una mayor presencia estatal y que, muy a menudo, termina cediendo a criterios neoliberales. Pero un enemigo común y poderoso tiende a unir y a terminar con discusiones bizantinas y tibiezas varias. Y la Suprema Corte de Justicia es esa clase de enemigo.
De qué
vale un plebiscito
Hay algo
en lo que es necesario ponerse de acuerdo. Si se trata de delitos de lesa
humanidad no hay plebiscito que valga ni pueblo que pueda tomar, mediante su
voto, decisiones en contra de los juicios.
Es fácil
demostrar esto por vía de un par de ejemplos que para mí ponen en evidencia la
falacia de ciertos argumentos. ¿Existe alguna circunstancia en la que un estado
pueda hacer votar, y un pueblo pueda hacerlo afirmativamente, por la
exterminación por ahorcamiento de todos los pelirrojos? Si después de la 2ª
guerra mundial los alemanes hubieran votado por una ley del olvido de los
crímenes en los campos de concentración, ¿sería aceptable esa decisión sólo por
ser el resultado de un plebiscito? Y lo mismo valdría para algún artículo
constitucional que permitiera alguna de esas barbaridades.
En síntesis, creo que la discusión sobre la validez de los plebiscitos termina
apenas los delitos son considerados de lesa humanidad, y es así por la propia
definición de los términos.
La
pregunta que me queda pendiente es si esta expresión de soberbia de los
partidos tradicionales, mediatizada por la decisión de la corte, ¿no servirá para
sacudir el avispero y producir más beneficios para los que están por un Uruguay
moderno y socialmente avanzado que para los conservadores?
No estoy
seguro de que esto vaya a ser así ya que no puedo evitar sentir que estoy expresando mis
deseos. La gran movilización, por desgracia, tampoco asegura nada. Si no, basta ver
lo que sucedió con el mayo del ’68 en París que terminó con gobiernos más a la
derecha todavía. Pero, más allá de las circunstancias internacionales, tan
interesantes, sigo creyendo que Uruguay tiene reductos, reducidos tal vez pero siempre vivos, de una reserva
inagotable de ingenio y valentía que hace mucho que no está a la vista pero que
puede resurgir en cualquier momento para crear un país que nadie más que un
uruguayo podría imaginar.
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