Para un escritor decir que algo
es inefable, es decir, que no se
pueda decir, explicar o describir con palabras, es equivalente a confesar una
incapacidad como escritor. No se trata aquí, para el escritor, de hacerlo bien
o mal, se trata de rendirse en el terreno en el que rendirse no debería ser
posible por estar en la propia naturaleza de su creación y de las herramientas
creativas de las que dispone.
En el caso de los artistas
plásticos, la inefabilidad pasa por la incapacidad para usar las herramientas
del plástico y cambiarlas por las del escritor. Explicar o completar la obra
con palabras, con textos escritos, implica el abandono de la materia de la cual
una obra plástica está hecha por su incapacidad, la del artista claro, para expresar
ciertas cosas.
Reconozco un cierto grado de
arbitrariedad en lo que acabo de escribir ya que establece una limitación a la
acción del artista al crear su obra. Y toda limitación puede encorsetar a algún
artista que, a lo mejor, consigue hacer un hallazgo en el lugar en que las
dificultades parecen convertirse en imposibilidades. Pero de todos modos me
parece que el razonamiento que expongo, con las debidas licencias, es mejor
tenerlo en cuenta que negarlo o desconocerlo.
Georges Braque |
Otro campo, pero éste en el que
plásticos y escritores conviven en la teoría, es el de la innecesidad de la razón
en la creación de la obra de arte. Desde la razón no se crea nada válido,
dicen, sólo desde los sentimientos.
Por más que esta discusión haya
terminado en el siglo XVIII, vuelve una y otra vez, a lo mejor por la falta de
formación cultural de artistas, más allá de lo bueno que sean al crear en su
arte.
El arte como juego y como fusión
entre razón y sensualidad ya fue pensado por Baumgarten, Kant, Schiller, Hegel,
Fichte, Adorno, Marcuse y tantos otros filósofos. Ser artista no convierte a
nadie en filósofo, como ser filósofo no convierte a nadie en artista. En este
sentido la modestia le vendría bien a muchos cuando actúan en el terreno que no
les corresponde. Ya que si bien todos tenemos derecho a pensar y a tener opinión sobre cualquier cosa, no todo
pensamiento que tengamos será válido, interesante o significativo, mal que nos
pese.
Si un artista sólo trabaja desde
la razón, es posible que alcance lo bueno, pero nunca lo bello, negando de este modo su condición de artista. Y si un artista
trabaja desde la pura sensualidad, no podrá distinguir entre lo que sale de sus
manos y lo que sale de su ano.
Sobre este tema me quedo con la frase de Georges Braque: J’aime la règle qui corrige l’émotion. Amo la regla que corrige la
emoción.
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