El miércoles nos encontramos a
mediodía. Cuando nos abrazamos sentí su camisa toda mojada. Pensé que se
trataría del viaje en coche desde Liniers al Centro, el miércoles fue un día caluroso.
Nos sentamos.
—Tuve una condritis —me dijo.
—¿Eso qué es?
—Dolor en las articulaciones. No
sabés cómo me dolía. Pero por suerte ya pasó gracias al diclofenac. Gran cosa
el diclofenac. Ahora transpiro, sudo como un caballo.
La verdad es que no sólo tenía la
camisa mojada, de la frente y de bajo el pelo le salían gotas. Chorreaba.
Parece llorar con todo el cuerpo,
pensé.
Me adivinó la mirada.
—Debe ser que se me está pasando.
Uno suda cuando la enfermedad se va.
—Seguro. —Ahora había sumado
una barbita al bigote habitual.
—Pero es muy incómodo.
Dejamos el tema y seguimos con el
motivo de la reunión. Siempre más una reunión de amigos que se ponen al día que
otra cosa.
Decidimos volver a encontrarnos
el martes que viene y ya no podremos volver a encontrarnos.
No fui amigo de Walter pero me hubiera gustado serlo. Al menos conocerlo más. No sé por qué intuiciones, siempre tuve la certeza de que era un gran tipo. Por eso, y porque tengo un libro de su autoría que me dedicó y guardaré para siempre, me apenó mucho que se fuera de este mundo. Tal vez haya alguien que mueva los piolines del destino. No lo creo. Pero si existiera tal entidad, cumplo en sugerirle que andan por ahí escribanos, revendedores de autos, empresarios, militares
ResponderEliminary otras lacras que, bien podrían ocupar lugares de privilegio en una lista celeste.