Arte totalitario 1 |
Es posible que usted sea una
buena persona, o tal vez un mediocre que busca en las cruzadas boludas y desorientadas una
razón para estar viva o para sentirse motivada e importante. En realidad, mientras no joda a los
demás, puede usted darse el gusto. Hasta algo bueno puede salir de allí. Por qué no. La
cosa se complica cuando logra la sanción de leyes que apoyen sus
posiciones y usted exige su cumplimiento en forma literal y sin matices.
Y hecha la ley hecha la
represión. La ley suele ser lógica y coherente de un solo modo. El arte, sin
embargo, sigue lógicas y coherencias muy diferentes y casi siempre va a chocar
contra las leyes. Sobre todo cuando se trata de hablar de comportamientos
humanos, que es donde lo bello, lo lindo y lo bueno dejan de ser sinónimos.
El objetivo del arte, mal que
les pese a religiosos y positivistas, no es el de enseñar nada. Ni siquiera el
dejar de hacerlo. El arte no tiene objetivos más que producir placer en el que
lo goza. Y ni siquiera ese objetivo del arte es universal ya que la capacidad
de gozar de una obra de arte depende de las culturas y de las épocas. Y ni
siquiera eso es una verdad completa. La Gioconda viene siendo gozada casi universalmente
desde el siglo XVI. Cómo legislar, entonces, sobre una obra de arte.
Mi posición al respecto no es
relativista. Hay algo en el arte que permite, muchas veces, una mirada mucho
más clara sobre la realidad que la tecnocrática o científica, sin negar ni
menospreciar a estas últimas, cuyas miradas conceptuales, en contraposición a
la subjetiva del arte, son indiscutibles.
Arte totalitario 2 |
Pero volviendo sobre el arte. El
arte mira a la vida según la sensibilidad del artista que intenta producir un
eco en el espectador. Y algo hay en lo que se dice cuando ese eco se produce. Pero
no un eco positivo o negativo, el artista intenta crear algo que contenga una
cuota de verdad. Y la verdad incluye al asesino de personas o animales, al
pedófilo arrepentido y al que nunca se arrepentirá, al homosexual y al cazador
de homosexuales, a la mujer que aborta y que se arruina la vida por no haber
aceptado ese hijo y a la que se arruina la vida por aceptar un hijo que no
deseaba. Y todas esas personas, y muchas más, claro, terminarán bien o mal
según la necesidad de verdad de la obra que el artista esté creando. Carece de
sentido hablar de apología del delito en toda obra que hable de acciones o de
personajes malignos que terminan bien. ¿Habrá que castigar con dureza a la realidad que permitió que Pinochet, culpable de tanto asesinato y tortura, muera en su cama sin nada ni parecido a un castigo?
Últimamente parece ponerse de moda
en ONGs dedicadas a proteger a cualquier cosa, si consiguen que las leyes los
apoyen, actuar legalmente contra toda obra de arte que vaya en contra de sus paradigmas sobre lo correcto.
Estos fundamentalistas de lo
políticamente correcto, estos verdaderos cruzados de las boludez, no lo son
tanto y se vuelven peligrosos si los jueces o las autoridades en general, les
prestan oídos.
Estos tipos se pueden convertir
en los verdaderos asesinos del arte, como ya sucedió en épocas de realismo socialista o de la estética fascista, a las que se suelen
englobar en las llamadas estéticas
totalitarias que vuelven una y otra vez. Estos hombres y mujeres, por más boludos y boludas que sean, mesiánicos casi siempre, son peligrosos y enemigos declarados de cualquier artista honesto. Ojo con ellos.
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