La miseria, y la locura a la que con frecuencia induce, encuentra siempre la manera de expresarse. Los que no tienen nada que
perder son el máximo peligro en una sociedad que, hoy en día globalizada, produce
cada vez más gente que no tiene nada que perder.
Asesinato Terrorista en Londres |
Podría apostar a que todas las figuras importantes, desde el Papa hasta los presidentes de los países, lo saben y no pueden evitar soñar muchas veces con ese momento imprevisto pero previsible en el que alguien apretará el gatillo y los matará.
Todos los libros sagrados, desde
la Biblia
hasta el Corán, tienen momentos de extremada violencia y crudeza. Y siempre
habrá alguien que justificará sus actos por el mandato divino que impulsa a
esas actitudes o que, como mínimo, las admite.
La suma de la miseria, el nada
que perder, el desinterés por la propia vida y la autorización divina, deja que algunas personas se permitan, por ejemplo, asesinar a sus enemigos,
arrancarles el hígado y apoyarlo sobre sus propios labios como forma de demostrar su desprecio.
¿Es ese el futuro del
terrorismo? ¿Un micro terrorismo realizado por personas guiadas por mandatos casi prehistóricos
atacando, matando y mancillando cadáveres? Tal vez, los miserables de la tierra se vengan de tanto abandono y desprecio como pueden y no con la elegancia con que algunos hacen desaparecer la sangre y los cadáveres.
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