Una tragedia justificada detrás de un tremendo negocio y de la mediatización de la violencia contenida de algunas personas
El mundo del dinero que motiva y
modela esta práctica deportiva, nunca
renunciará a la violencia explícita y dolorosa que es la que atrae a la mayor
parte de sus adeptos, esos que canalizan su cobardía por televisión o que pagan
para sentir de cerca el dolor ajeno.
¿Gladiadores? Sí, gladiadores en
un circo kitsch al mejor estilo norteamericano. Y por qué no sería así, el que
más dinero pone es el que define la estética. Tema sobre la que muchos artistas
tienen sobradas pruebas.
En el caso de Maravilla Martínez
hay una especie de Dr. Jekyll and Mr. Hide que resulta particularmente representativo de lo que es
el boxeo.
Maravilla es un tipo elegante,
de un porte, casi diría distinguido. Buen mozo en el tipo recio de un James
Bond. Y habla con inteligencia y una mirada lúcida sobre el mundo. No hace una
verdadera apología de la violencia sino, más bien, se refiere a sí mismo como
un hombre que ama la pelea. En el sentido físico, claro. Como si destruir al
otro a trompadas no fuera más que una predilección, una simple vocación de esas
que los afortunados descubren en la juventud, como si se refiriera a la de ser
cocinero o abogado, nadador o poeta. Y cuando se sube al ring se transforma en
una especie de predador agazapado, un animal artero y violento sin ninguna
clase de elegancia, con una belleza que sólo se podría calificar de bestial en
un espacio en el que la extrema fealdad se puede convertir en una estética.
Es asombroso como la elegancia
de una persona se puede convertir en el horror agazapado, un monstruo que Poe
o, mejor, un Lovecraft, podría haber diseñado.
Y sus fanáticos hablarán sólo de
la habilidad o la dureza destructora de los golpes que puede dar ese monstruo
que, al final, no será más que una persona que con mucha suerte será capaz de
seguir haciendo sumas y restas si el temblor de las manos y la confusión en el
cerebro se lo permiten.
¿Y el dinero? Sí, claro, también
está lo del dinero.
Es notable, agazapado, con los
brazos colgando y la mirada fija en el contrincante en la búsqueda del momento
para hacer daño, cuando la actitud más elocuente lo afea y lo embrutece, como suele estar la
mayor parte de la pelea, no parece ser digno de fotografías ya que es muy difícil
encontrarlas que lo muestren en esa actitud.
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