El Blog de Emilio Matei

miércoles, 1 de mayo de 2013

Maravilla Martínez, los boxeadores y el boxeo

Una tragedia justificada detrás de un tremendo negocio y de la mediatización de la violencia contenida de algunas personas


Estos días Maravilla Martínez conservó su título en una pelea muy discutida en la que supuestamente ganó por puntos. Pero este artículo no va contra él o su contrincante ni contra ningún boxeador, ya que suelen ser las principales víctimas del deporte que practican. Lo que no puedo admitir es el boxeo en sí mismo, al menos el que puede producir daños en los boxeadores.

El mundo del dinero que motiva y modela esta práctica deportiva, nunca renunciará a la violencia explícita y dolorosa que es la que atrae a la mayor parte de sus adeptos, esos que canalizan su cobardía por televisión o que pagan para sentir de cerca el dolor ajeno.

¿Gladiadores? Sí, gladiadores en un circo kitsch al mejor estilo norteamericano. Y por qué no sería así, el que más dinero pone es el que define la estética. Tema sobre la que muchos artistas tienen sobradas pruebas.

En el caso de Maravilla Martínez hay una especie de Dr. Jekyll and Mr. Hide que resulta  particularmente representativo de lo que es el boxeo.
Maravilla es un tipo elegante, de un porte, casi diría distinguido. Buen mozo en el tipo recio de un James Bond. Y habla con inteligencia y una mirada lúcida sobre el mundo. No hace una verdadera apología de la violencia sino, más bien, se refiere a sí mismo como un hombre que ama la pelea. En el sentido físico, claro. Como si destruir al otro a trompadas no fuera más que una predilección, una simple vocación de esas que los afortunados descubren en la juventud, como si se refiriera a la de ser cocinero o abogado, nadador o poeta. Y cuando se sube al ring se transforma en una especie de predador agazapado, un animal artero y violento sin ninguna clase de elegancia, con una belleza que sólo se podría calificar de bestial en un espacio en el que la extrema fealdad se puede convertir en una estética.
Es asombroso como la elegancia de una persona se puede convertir en el horror agazapado, un monstruo que Poe o, mejor, un Lovecraft, podría haber diseñado.
Y sus fanáticos hablarán sólo de la habilidad o la dureza destructora de los golpes que puede dar ese monstruo que, al final, no será más que una persona que con mucha suerte será capaz de seguir haciendo sumas y restas si el temblor de las manos y la confusión en el cerebro se lo permiten.
¿Y el dinero? Sí, claro, también está lo del dinero.

Es notable, agazapado, con los brazos colgando y la mirada fija en el contrincante en la búsqueda del momento para hacer daño, cuando la actitud más elocuente lo afea y lo embrutece, como suele estar la mayor parte de la pelea, no parece ser digno de fotografías ya que es muy difícil encontrarlas que lo muestren en esa actitud.



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