El Blog de Emilio Matei

domingo, 9 de junio de 2013

La muerte de un periodista

Hoy en día los periodistas, o más bien sus notas, suelen estar completamente identificadas con el medio para el que trabajan. La mítica objetividad del periodista de verdad se volvió, casi siempre, eso, un mito en el que en realidad nadie cree.

Ya no se trata de asignarle a un periodista la ideología desde la que mira el mundo. Eso es aceptado por todos como una condición inicial para cualquier interpretación de lo real, se trata de que más allá de la ideología del sujeto periodista, prima la del medio para el que sirve. Que en un mundo capitalista en la actual etapa va a responder, por esencia, a su rentabilidad inmediata, que a veces se nutre de las misma vida de sus empleados cuando se trata de corresponsales de guerra.

¿Cuánto vale la vida de un periodista?

Por qué entonces un país o un grupo rebelde consideraría a un periodista algo más que un miembro, un verdadero soldado disfrazado, de un servicio de informaciones. Por qué le daría una diferente jerarquía y en consecuencia un respeto especial. En la guerra a los espías se los fusila. Si un periodista, consciente o inconscientemente, se convierte en un espía, dado que la información que consigue procesada según la conveniencia de los intereses a los que responde puede ser usada por los enemigos de los que lo capturan, su destino está fijado.


Los periodistas en Siria

Aproximadamente cuarenta periodistas entre locales y extranjeros están muertos, desaparecidos o raptados, en Siria. Esta masacre de periodistas que se está produciendo allí, tanto en manos del gobierno como en las de los distintos grupos rebeldes, parece afirmar esta teoría.
Triste destino, entonces, el de periodistas que vendieron su alma para trabajar en medios internacionales de importancia y que terminan descubriendo el precio frente a un gastado Kalashnikov en manos de un soldado de alguien.

La Verdad

En medio de toda esa maraña de intereses espurios tienen que existir todavía, aunque sean muy pocos, los periodistas honestos, los que aún hoy creen en la mística de su propia profesión y que en consecuencia al menos saben los riesgos que corren y el por qué cuando tratan de transmitir la verdad de lo que ven. Y creen que vale la pena. Y también son sacrificados. La búsqueda de la Verdad podrá ser un imperativo moral, pero la Verdad en sí no tiene signo, y en estas épocas que corren no favorece ni a los que la respetan ni a los que la falsean.



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