Forzás hasta lo inconcebible mi
sentido de lo verdadero. La amplitud de criterio, de la que me jacto, se estremece cuando leo lo que escribís. Te
odio, sin lugar a dudas, te odio con absoluta admiración. Sos como un amor
imposible, como una puta con nariz respingada, de esas que parecen inocentes en
su absoluta putez; ese tipo de mujer que desconcierta y estropea la ecuanimidad
de cualquier hombre. Tu boca es una cloaca, tu lápiz, la fuente de la mejor
literatura de Latinoamérica. Hasta coincidimos, más allá de los críticos, en el
valor de La guerra del fin del mundo.
Decir que lloré cuando terminé de leer esa novela que escribiste y que tenía algo
más de mil páginas en la edición que leí, no es cierto, pero podría haberlo
sido.
Por qué el mundo tiene que tener
personajes como vos. Reaccionario hasta el vómito, con esa imagen de falso oligarca, de rata distinguida, repugnante,
correoso, disparatado y tan buen escritor. ¡Puta dialéctica y sus miserables contradicciones! Sos un puro ejemplo de la absoluta
complejidad de la condición humana. Ojalá te mueras de un ataque de veneno
social, ojalá escribas muchas novelas más.
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