A esta altura ya sólo considero
como posible, todo dato que venga acompañado de su origen. La fuente de la
información es la única que puede dar una aproximación a la eventual verdad, o
falsedad, que pueda contener.
Si alguien sólo transmite una
información sin decir su origen o diciendo que el origen es él mismo, y la
acompaña de un creo o un para mí, todavía puede ser cierta. Y si
no lo es, sigue siendo aceptable ya que toda persona tiene derecho a ver el
mundo como se le dé la gana. Las afirmaciones rotundas sin origen, por lo
contrario, son casi todas, falsas, o eso creo.
Hablar por boca de ganso es dar
por cierto lo que dijo un tercero. Y dar por cierto no implica, en realidad, que haya ningún grado de
verdad en la información. Y esa certeza del ganso a veces se extralimita
diciendo que fue testigo de los sucesos narrados, clara mentira, y no que no es
más que el propagador de una narración ajena. Lo que demuestra que en el fondo, ¡todo ganso sabe que lo es!
Una variante de esto es poner al
lado de uno a una especie de testigo involuntario y que no está en condiciones
de defenderse, con un prestigio cierto al menos para el narrador: Un ingeniero,
una fuente confiable, un político intachable. Mi mamá también
puede ser una fuente inobjetable. Quién se atrevería a desmentir a mi mamá sin
ofenderme.
Hace unos días el editor de un
boletín informativo de circulación escasa aunque significativa, dijo ante mi
exigencia de poner la fuente de la información que daba y que yo consideraba
falsa, que no hay tiempo para verificar
toda la información y que lo importante era que iba en la dirección correcta. (Dirección que nunca se explicita
porque se supone que es objetiva.) Esta afirmación hace que toda información
sustente su validez sobre la funcionalidad para el que la da. ¿Y la Verdad?
La Verdad carece de importancia, la única verdad parece ser una especie de
verdad económica en la que la ventaja, la utilidad para el que la menciona, es
la única unidad de medida.
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