La obvia conclusión es que los deseos no son necesarios, que
constituyen un lujo sólo para quien se los puede permitir. Y ya se sabe que
cuando los pobres empiezan a ganar un poco más y quieren lujos se vuelven
delincuentes o votan a quien no deben, casi seguro a algún populista.
Las villas miserias llenas de
antenas de televisión, un clásico. Ahora nadie se conforma con menos que un
plasma y un parabólico satelital. ¡Yo con mi TV de tubo de rayos catódicos y mi
portero con un poderoso plasma de no sé cuántas pulgadas! Claro, seguro que se
endeudó y ahora va a tener que conseguir el dinero de algún modo para pagar lo
que debe. Y ya se sabe de qué modo será.
Qué maldita costumbre tienen
los pobres: apenas ganan un poco más dinero quieren tener y hacer lo mismo que uno. Y
entonces los hoteles de vacaciones se llenan de gente que tiene comportamientos
tan raros, los vehículos que nos llevan a lugares de turismo se llenan también
de esa clase de gente, y hasta
los hay, pocos por suerte, que tienen buen gusto y se compran la misma ropa que
uno.
No exagero si digo que hay
algunos que hasta viajan a Europa. ¿Qué placer encontrarán yendo? Lo único que
faltaba es encontrárselos en un restaurante de esos que son la única verdadera justificación
para que uno haga un viaje a Europa.
No hay caso, cuando la gente
que no lo merece tiene dinero, el mundo se achica. Andan por todos lados. El
lugar de juntar para cuando las cosas vuelvan a la normalidad, se dedican a
satisfacer deseos por más innecesarios que sean. Qué mundo loco.
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