El Blog de Emilio Matei

viernes, 9 de noviembre de 2012

8N, el día después

Ahora se hace evidente lo que dije en mi artículo del domingo 4 de noviembre: la consigna de los organizadores de no hablar con los medios tenía que ver, con toda claridad, con la calidad y la racionalidad de una cantidad de gente arrastrada a la manifestación contra el gobierno, sin ninguna ideología definida y sin ningún proyecto visible o mínimamente viable. Con una única idea que de algún modo rondaba a todos los reclamos y era el de la falta de seguridad ciudadana que en el mejor de los casos los llevaba a pedir un aumento de las penas para los violentos. Y por lo demás, un potpourri de ideas dispersas ligadas más a los problemas de cada uno que a lo general, mezclados en una sopa de mensajes mediáticos mal digeridos.  

Pero es obvio que yo no fui el único que lo pensó, hubo quién no solo pensó lo mismo sino que actuó en consecuencia

La toma de Judo

Cyntia Garcia
Cinturón negro
El luchador de Judo trata de usar la fuerza de su contrincante a su favor. Por eso creo que Cynthia García, más aún que otro par de noteros arriesgados que intentaron hacer hablar a la gente y que fueron echados o golpeados, fue una gran judoka. Ella, con una notable inteligencia y valentía física sumada a una habilidad extraordinaria, dentro de la que lo femenino no estuvo ausente, consiguió entrevistar a una cantidad de gente, algunos bastante coherentes y otros al borde del ataque de violencia histérica.
Verla trabajar me permitió ver con admiración cómo pudo manejar un difícil equilibrio entre la violencia a la que esa gente había sido inducida por los medios, en oposición al deseo infinito de la gente de participar como una estrella mediática de cualquier modo. Salir por televisión ante todo, suprema expresión del éxito, muy por encima de cualquier otro deseo o sentimiento. En otra actitud impulsada por la escala de valores que manejan los medios.

Y entonces hablaron, mal que les pese a muchos, y mostraron lo que eran.

Es verdad que fueron muchos, pero muchísimos menos que los demás. No fueron la expresión de una sociedad quebrada, ni la expresión de una particular valentía popular ya que no fueron agredidos y todos sabían que no lo serían: es difícil que los pequeños burgueses marchen por las calles si hay un mínimo peligro. Salvo los que tienen una fuerte ideología o los que sienten agredidos sus bolsillos. Y en este caso, pese a lo que puedan haber dicho, no estaban en ninguna de las dos condiciones. 

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