O yo leo poco y mal o casi siempre que se habla de vehículos espaciales se habla de grandes paneles solares. Salvo que en realidad parece ser que no se usan tantos paneles y sí muchas pilas atómicas.
Curiosity en Marte |
Las pilas de plutonio
se usan desde hace muchos años. Inclusive los rusos las usan para alimentar
faros marítimos en la coronilla del mundo. Y en los vehículos espaciales
norteamericanos ya sufrieron daños y destrozos por vía de accidentes en el
lanzamiento o en el retorno a la atmósfera terrestre. Algunas pilas se
encontraron y se reciclaron, otras se hicieron pedazos sin que, dicen, se hayan
detectado mayores problemas biológicos, e inclusive hay una linda batería en
algún lugar desconocido a la fecha en el fondo del mar. Pero no hay que tener
miedo, el envase sólo terminará de corroerse en setecientos años. Que se
arreglen nuestros descendientes.
En este momento
el vehículo llamado Curiosity, que
entre paréntesis lleva un nombre más adecuado para una fábrica de trajes de
baño por eso de ver lo que hay adentro que para un futurista engendro,
perdón, ingenio, dedicado a la investigación, que camina por Marte a menos de dos
centímetros por segundo.
El Curiosity lleva, como una hormiga
culona, un paquete de óxido de plutonio de cinco kilos en su parte posterior.
Este plutonio no
es exactamente el mismo que se usa en las bombas atómicas. Pero todavía es
radiactivo, todavía más radiactivo, y, por lo que sé, un espantoso veneno, tal vez el más activo que
exista. Las cantidades que se necesitan para matar un hombre son tan mínimas
que si uno hiciera porciones cuidadosamente, con cinco kilos alcanzaría para
matar a veintidós millones de personas. Claro que, nos dicen, no hay que temer
esto ya que en ninguna condición real se podría distribuir el plutonio de este
modo. A lo mejor en condiciones reales adecuadas moriría un milloncito nada más,
o un centenar de miles, qué sé yo.
El problema para
mí, con todas estas porquerías, es que las personas que terminan decidiendo qué
hacer con ellas, son tristemente humanas. En general, ni siquiera científicos,
aunque los científicos tampoco son una garantía.
Proyecto Manhattan |
Hace tiempo
descubrí que antes de hacer la primera prueba de una bomba nuclear, se discutía
en el máximo nivel, entre tipos como Openheimer, Dirac, Einstein y otros de la
misma calaña, si la reacción en cadena producida por el estallido de una bomba
nuclear se detendría sola o si por lo contrario terminaría por volatizar a toda
la tierra. No sé si queda claro, se discutía si la humanidad podría sobrevivir
o no a un primer estallido nuclear de prueba. Y punto.
Los números no
eran concluyentes. Todo hacía pensar que la reacción se detendría
espontáneamente. Pero ¿y si no? ¿Quién podría asumir la responsabilidad de
tamaño riesgo?
No os preocupéis,
queridos amigos, siempre hay alguien que se anima. Y en este caso, de manera
clásica, un militar que era el que dirigía el proyecto Manhattan. El tipo dio la orden y a otra cosa mariposa. Los resultados
están a la vista. Por ahora seguimos zafando.
Pero volvamos al
plutonio. La fábrica norteamericana de plutonio se puso muy en evidencia y los
ecologistas pusieron el grito en el cielo. Por lo que no se produce más y
tampoco se permite producir en ningún lugar de Estados Unidos. Así que, a vivir de las reservas. ¿Qué hacer,
entonces dentro de un tiempo? Parece que los rusos tienen todavía bastante almacenado y ya se sabe que todo tiene un precio. Pero esas
reservas adicionales durarían hasta el 2022.
¿Alguien dijo que
se les podría ocurrir producir plutonio en algún país subdesarrollado con buen
sustrato tecnológico? No, nadie lo dijo. ¿Entonces tiene sentido estar en
guardia?
Si para muchos
parece lógico armar un lindo lío previendo una re-re-elección de una presidenta
que nunca mencionó el asunto, mucho más coherente me parece ir preocupándose
por dónde se van a instalar las muy puercas fábricas de plutonio dentro de
pocos años.
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