El Blog de Emilio Matei

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Los pueblos originarios

Mapuches
Indios, indígenas, aborígenes, pueblos originarios. Cada denominación tiene lo suyo. La más en boga por estos días es la de Pueblos originarios, aunque muchos antropólogos  pongan en dudas su originalidad. Parece ser que lo que queda de dichos pueblos en América es el resto de una segunda invasión que sometió a los anteriores habitantes llevándolos a sobrevivir sólo en Tierra del Fuego, donde los blancos terminaron con la limpieza. Aún entre ellos, los invasores, los espacios fueron disputados y propiedad de unos u otros, dependiendo de la época. El ejemplo más en boga es el de la ocupación de las tierras Tehuelches por los Araucanos. Pero aunque esto no sea cierto, cosa posible, es muy ingenuo pensar que no hubo guerras entre tribus por causa de la tierra(*), el agua o los cotos de caza privilegiados, que habrán producido ocupaciones y migraciones, según fuera el caso en que un pueblo fuera vencedor o vencido.

No se trata aquí de negarles a los indígenas un derecho que para mí es un derecho adquirido después de muchísimos años de vivir en determinadas tierras, sino de no crear instancias o categorías falsas e innecesarias para suavizar la mala conciencia de algunas personas privilegiadas o, como mínimo, más ligadas a su propia imaginación que a los hechos objetivos que siempre son un poco sucios y ambiguos.
El derecho de usucapión existe en las leyes de Argentina y, a lo sumo cuando corresponda, debería ser extendido a las tierras de caza y pastoreo. Si hay unos tipos que viven en un lugar desde hace más de veinte años, alcanza para las leyes argentinas. No necesitamos rodear a los beneficiarios de derechos divinos, históricos o revindicativos por los daños que le pueden haber producido un montón de europeos brutales o sus descendientes a partir del siglo XVI, del mismo modo en que una flor puede ser muy linda sin necesidad de adosarle un hada para que la certifique o la proteja.

Proteger a los indígenas de los grandes emprendimientos económicos o de los señores feudales de la zona, no requiere de nada especial. Vale lo mismo para un condenado de la tierra cualquiera sea su origen. Al fin de cuentas la llamada reforma agraria y todas las leyes sociales que andan rondando por ahí, defienden los intereses de los más pobres sin excluir a nadie. Así que se trata sólo de ponerlas en práctica, tarea de por sí bastante difícil.

Escuché comentarios muy despectivos sobre los Mapuches, por ejemplo. Se los acusa de mangueros y borrachos. Me pregunto yo, ¿y si lo fueran, cosa absurda teniendo en cuanta la generalización que siempre incluye a los que no corresponde, carecerían de derechos sobre las tierras? Si fuera así sería bueno andar con uno de esos aparatitos para medir la alcoholemia por la Sociedad Rural, donde andan los mayores propietarios, y buscar alguno borracho para reclamarle las tierras. La verdad es que los argumentos de la derecha cada vez que se refieren a los pobres dan risa. Aunque muchas veces sea una risa amarga.

Cruzada de la boludez V

La mentalidad racista no puede negarse ni siquiera cuando se hace una especie de racismo positivo. El hecho de poner a todo un grupo social en una misma característica de comportamiento, creencias o cualquier otra condición es claramente racista. Es elemental: si todo un grupo social puede ser así, en su conjunto, bueno y espiritual, otro podría ser malo y pragmático.

Tocando el clarinete
Hace unos años tuve la posibilidad de visitar un colegio privado de la zona de Pilar. Era un colegio laico aunque muy orientado a lo religioso. El espacio perfecto para los católicos rigurosos pero divorciados y a la espera de un nuevo concilio, de ser posible, más conciliador. Alguien en ese colegio había decidido con una correcta mentalidad de señora de beneficencia, traer a los indios de alguna reserva chaqueña para que pudieran vender sus productos.
Los indios, jóvenes de entre diez y ocho y veinticinco años, fueron instalados en une espacio en el que la circulación de los alumnos fuera obligatoria, con una mesa en la que se exhibían sus artesanías dispuestas para la venta, bajo una cartulina verde pegada a la pared y escrita con marcador rojo que decía, después de un título: LOS INDIOS SON, una serie de características que se les asignaban. Entre ellas la de honestos, modestos y espirituales.

Para la tribu a la que pertenecían esos muchachos, una joven era desposable, o para ser más claro, copulable, apenas pudiera probar su desarrollo sexual, prueba que consiste en un hombre que dice que ya es hora. Esto sucede en algunas chicas a los nueve años y casi nunca después de los once o doce. En el colegio que menciono, secundario, la mayor parte, por no decir todas la niñas ya debían de ser consideradas blanco lícito de la sexualidad para esos indios. 
Imagínense las caras de los  muchachos, vestidos con ropas raídas y pobres, aunque muy limpias, detrás de una mesa llena de chucherías, mirando un aluvión de rubias púberes vestidas de kilts que apenas les tapaban la ropa interior.
Teniendo en cuenta cómo los muchachos indígenas miraban a las estudiantes, no me viene a la cabeza ninguna idea relativa a la espiritualidad. O, para ser más prudente, lo que por esos lares se debía de entender por espiritualidad. Digo esto para no dejar a la cacería de mujeres, al sexo consentido o no, o a la eventual sodomía y sus combinaciones y variantes grupales, fuera de lo que alguno podría considerar también como espiritual. Sé que para algunos indígenas de la Polinesia lo es. Sí me vino la idea de otro cartel para poner junto al que comenté más arriba, uno que tuviera una lista en la que cada punto fuera precedido por la palabras: los indios también pueden ser. Y a continuación una lista de las miserias humanas, que por serlo nos representan y nos unen e igualan en nuestra humana condición. Entonces, afirmar que los indios pueden ser también odiosos, asesinos, borrachos, violadores y todo lo que a uno se le venga a la mente como incorrecto o desagradable (**). Y todo eso sin afectar a sus derechos.

(*) Dicho sea de paso, eso de que la tierra no es propiedad de nadie, tan en boga en boca de los ecológicos indígenas de las películas, habría que reverlo. Porque si no era propiedad, al menos parece haber sido un usufructo de los vencedores, ya que les permitía liquidar a cualquiera que tuviera la mala idea de andar por ahí sin pertenecer a la tribu.
(**) La total humanidad de los indios que nos hace igual a ellos es un tema inquietante. La cacería de migrantes, por ejemplo, en el sur de Mexico, fue un negocio que parece haber sido descubierto por los indígenas de la selva Lacandona. No había nada más rentable que cazar a una persona que caminaba por la selva cargada con todas sus riquezas en camino al norte. Claro que como era muy buen negocio después fue usufructuado por la banda de los Zetas que, cual neoliberales posmodernos que son volvieron una vez más a estropear el negocio de los pueblos originarios. Y sé que no es bueno caerse con un avión en zonas demasiado alejadas del Amazonas: si no te mata la caída es posible que te maten los indios de la zona para robar lo antes posible todo lo que puedan. Y es seguro que sin mayores herramientas tecnológicas de vanguardia, llegan mucho antes que nadie. En este caso debo reconocer, mal que me pese, que los saberes son más prácticos que los conocimientos.

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