Hoy hay huelga, una huelga que se pretende que sea general y
que, casi con seguridad, será bastante amplia. Sobre todo por los personajes
que la convocan. El peor sindicalismo, cuyo origen no hay que olvidar que
también fue peronista. Esos personajes que empezaron pistola en la cintura,
rodeados de mujeres demasiado pintadas, coches caros y caballos de carrera, admirados por un proletariado que había adquirido un repentino protagonismo que lo sorprendía y desorientaba. Esos personajes que a menudo terminaron, liberalismo económico mediante, en dueños de la
medicina prepaga, aunque en algunos casos la llamen obras sociales. Tipos temibles que harán que mucha gente no quiera correr el
riesgo de enfrentarlos ya que hay sobradas pruebas de que no tienen límite en
el ejercicio de la violencia.
A ellos se le unen propietarios del campo y sus ejércitos privados de crumiros o cipayos o como se prefiera llamar a los empleados que por voluntad
propia o porque no les queda más remedio, harán de brazo armado de los dueños
de la tierra o de las empresas que la usufructúan, interrumpiendo el tránsito
en las rutas.
También, y por lo que sé, parece que habrá que adicionarles
algunos estudiantes de los colegios confesionales más importantes del país, tradicionalmente
los fabricantes de políticos conservadores, que interrumpirán el tráfico en la
zona más elegante de la Ciudad de Buenos Aires.
Uno puede apoyar a este gobierno en forma fanática o
crítica, con más o menos activismo o participación, manifestándose con banderas
alegóricas o tapándose la nariz. Pero los que están enfrente lo definen y nos
obligan. Basta ver quiénes son sus enemigos para saber por dónde va la historia
en estos tiempos turbulentos y dónde hay que estar.
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