El Blog de Emilio Matei

domingo, 4 de noviembre de 2012

El 8N o las manifestaciones de la derecha

Arturo y Risieri Frondizi
Dos hermanos en posiciones
opuestas. Arturo entregando
la educación a la Iglesia y a las
empresas, Risieri que llevó a
la Universidad de Buenos
Aires al máximo nivel de su
historia.
Entre los once y los trece años muchos de mi generación aprendieron, en la época en la que ingresaban al secundario, qué eran los gases lacrimógenos. Fue durante la presidencia de Arturo Frondizi, en 1958, en las luchas por la laica o libre, como se la llamaba entonces.
No fue una lucha intrascendente ni carente de sentido, fue la que produjo un punto de inflexión en la educación argentina. El comienzo de la decadencia de la educación gratuita y pública en sus niveles primarios y secundarios. No así en la universitaria que siguió resistiendo y manteniendo un nivel que muy pocas veces, por breves períodos, y en escasas disciplinas, pudo alcanzar la educación privada.

Hubo un mes en el que la mayor parte de los estudiantes secundarios fueron rara vez al colegio. La resistencia por la educación se hacía en la calle, entre gases, golpes y, a veces, cárcel. No era la clase media de la Ciudad de Buenos Aires de aquella época muy parecida a la actual, tan  aburguesada y afín con los intereses de las clases altas. En las corridas por las calles no se distinguía entre militantes del partido comunista, socialistas, las llamadas izquierdas independientes, peronistas y radicales. Todos esos jóvenes peleábamos por algo fundamental para el futuro del país. Por una vez esto se sabía y por una vez esto se cumplió. La batalla perdida por la educación fue esencial a la configuración que iría adquiriendo el país a posteriori. La llamada traición de Arturo Frondizi tuvo resultados mucho peores y más significativos todavía de lo que se pudo creer por esa época.

La libre tuvo una manifestación que fue fundamental y definitoria en Plaza Congreso. Una típica movida uniformada y organizada por la derecha, en aquel momento representada explícitamente por la Iglesia.
Frente a la ruidosa y desprolija manifestación de la clase media por sus derechos a la enseñanza universal y gratuita, entre corridas, caballos de la guardia de infantería y gases, se opuso la ordenada participación de las escuelas confesionales de la Capital. Niñitas en Jumper o kilt y niñitos de blazer azul y pantalones grises(*) formados e inmaculados, con un cura o una monja al frente, cubriendo buena parte de la Plaza Congreso para afirmar su existencia y presionar a los diputados que debían votar la ley. Esa ley que permitió la proliferación de los colegios privados y del negocio de la educación mientras los edificios y la calidad educativa se caía a pedazos en la escuela pública. Por supuesto ese día los alumnos de las escuelas privadas estuvieron obligados a participar y  la falta al colegio no se les computó. Un verdadero ejemplo de participación espontánea.

Dentro de unos días la derecha se volverá a juntar, pero esta vez unida y organizada. Esa organización y esa unión es obligada después de la experiencia del cacerolazo de hace algunas semanas. Sus supuestos representantes políticos, en realidad, los dueños de las empresas mediáticas más poderosas, aprendieron ahí que a esa clase de gente no se la puede dejar hablar sin un libreto claro, ni expresarse mediante carteles o pancartas, porque lo que dicen es demasiado anárquico e impresentable. Eso sí, resulta fácil proponerles un uniforme. Todos vestiditos igual irán esta vez a reunirse a  Plaza de Mayo.

  
(*) Hace unos cuantos años yo estaba en una óptica cuando entró el cómico Tato Bores. El óptico, que se vé que era amigo del cómico, le preguntó cómo andaba. Y él, que estaba vestido con blazer azul y pantalones grises le dijo, aquí me ves, en uniforme de facho.

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