El Blog de Emilio Matei

martes, 3 de julio de 2012

La realidad invisible


Siempre me interesó, o debería decir me preocupó, la imposibilidad de demostrar a alguna gente, la realidad de lo obvio. La crónica que escribí ayer, Esto no da para más, es la crónica de un caso típico. 
Alguna vez me contaron un caso psiquiátrico en el que un hombre podía decir, con toda tranquilidad y mientras se comía un enorme sandwich de jamón y queso, que no podía comer nada y que si seguía así moriría por inanición en poco tiempo. Cuando se le señalaba el sandwich que estaba comiendo, lo miraba como si no supiera de qué se trataba y después de un momento volvía con el mismo comentario de antes, con el drama de su muerte inminente.

Los militantes de izquierda suelen creer, sobre todo cuando son muy jóvenes, que si una información no es entendida por alguien es porque no fue lo suficientemente bien explicada. Y vuelven a intentar lo mismo una y otra vez, desde un lado y desde otro, hasta el aburrimiento o la desesperación.

Mallinovski, uno de los padres de la antropología moderna, cuenta cómo en una isla del pacífico, los nativos estaba convencidos de que las mujeres quedaban embarazadas por los espíritus de las personas muertas que venían desde una isla próxima. Cuando se le decía que no era cierto, que el embarazo era función de las relaciones sexuales, lo negaban y hasta les causaba risa por considerarlo completamente absurdo. Como la vida sexual era bastante complicada entre esos salvajes, la paternidad habría sido difícil de probar. En un caso, por un defecto genético muy característico, la relación padre-hijo resultaba evidente. Pero ni aún así. Decían que el defecto de uno no tenía nada que ver con el defecto del otro, lo que invalidaba en forma automática y definitiva la comparación.

Wilhelm Stekel definió el punto ciego en sicoanálisis como cierta información que no puede pasar del paciente al sicoanalista por problemas profundos de este último. Pero es evidente que en el caso social, la negación de cuestiones evidentes en grupos sociales, no puede ser equiparada a esta situación. O al menos eso me parece ya que no sabría cómo hacerlo.

El sociólogo Lucien Goldmann dio una explicación que hasta el momento me parece la más adecuada o la que me excita más. Abrió un camino para pensar las posibles soluciones al problema de la conciencia, en el sentido del reconocimiento de la realidad objetiva, por parte de la gente. Él dice que a los grupos sociales les es imposible reconocer verdades que los obligarían, de reconocerlas, a disolver o destruir el propio grupo. También dice que a la larga, si el nuevo reconocimiento de la realidad los obliga a cambiar, lo harán. Da como ejemplo la dificultad que tuvo la academia para reconocer la teoría de la relatividad de Einstein y cómo finalmente tuvo que aceptarla.
Si la teoría de Goldmann es correcta, uno imagina que la mejor o peor explicación no sería lo que produciría un cambio de la conciencia sino la existencia de un grupo que va sustituyendo al anterior por la fuerza de la interpretación que hace de la realidad. Y la creación y desarrollo de ese grupo a partir de gente independiente sería mucho más productiva que la búsqueda de la comprensión, casi imposible de acuerdo a esta teoría, de los miembros del grupo antagónico.

Mussolini
Para tener en cuenta: Lo trágico de esto es que el grupo, digamos, ganador en el seno de la sociedad, no tiene por qué ser el que interpreta una realidad de mejor calidad como casi siempre sucede en las ciencias duras por vía de las pruebas y de los resultados. Por ejemplo cuando el fascismo incorporó a bastante gente que se había originado en el socialismo y llevó a todo el grupo a una guerra suicida que produjo su quasi extinción.

1 comentario:

  1. "...la imposibilidad de demostrar a alguna gente, la realidad de lo obvio...". Qué difícil esto, Emilio!!!

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