El Blog de Emilio Matei

miércoles, 3 de abril de 2013

Morir en buena salud

Jeanne Moreau, nació el 23 de enero de 1928, por lo que hoy en día tiene ochenta y cinco años, de madre inglesa y padre francés. Y si bien se la considera una actriz francesa, parisina, habla perfectamente la lengua de sus dos padres. Lo que le permitió filmar tanto en Estados Unidos o Inglaterra como en Francia.

Jeanne Moreau hoy
Actriz de cine y teatro, cantante, directora, productora y escritora de cine, casada dos veces y amante de unos cuantos de los hombres más importantes del mundo cultural de la segunda mitad del siglo XX, Jeanne Moreau fue en su juventud una mujer de una belleza particular. Modo un tanto eufemístico de decir que no era muy linda. Pero tenía una forma de caminar con un movimiento especial que era su marca registrada. Hay muchas mujeres que tienen una buena imagen si se las mira de atrás, pero casi todas la basan en el mismo modo de moverse. Algunas más sensuales que otras, con mayor o menor desplazamiento de las caderas, pero todas en base a un movimiento de bamboleo parecido. Jeanne Moreau era otra cosa, que no voy a describir aquí ya que hay muchísimas películas en las que se puede ver ese notable talento en acción. Además, quién se atrevería a describir algo semejante. Yo no. Me alcanza con la expresión de mi admiración. Digamos, para terminar de aclarar, que estar sentado en un cine con una amiga y ver en la pantalla como Jeanne Moreau se aleja, es tan incómodo como ver una película porno al lado de un desconocido.

Además de sensualidad inquietante por la insinuación de una cierta perversión que transmiten sus ojos y sus gestos y por la mencionada forma de irse, Jeanne Moreau es una intelectual, una mujer brillante e inteligente de la que es un placer oír, más allá de sus obras profesionales, tanto sus historias como sus concepciones sobre el arte, la vida y todo aquello sobre lo que ella decida que vale la pena discurrir.

Hace poco, en una entrevista, declaró ante la pregunta inevitable que se hace a un triunfador que se acerca al fin de la vida, de si temía a la muerte. Contestó que no, que no tenía miedo, sólo esperaba morir en buena salud.


Morir en buena salud. Esa frase encierra la verdad humana, diría universal para todo ser vivo, de un concepto sobre la muerte que las sociedades occidentales parecen haber perdido. La muerte, no concebida como enfermedad, sino como fin inevitable de toda vida. Uno muere sólo porque era la condición para haber vivido. Que el cuerpo diga basta no implica ninguna enfermedad, sólo que ya llegó el momento, año más o año menos, naturalmente prefijado. Claro que muchas veces la enfermedad hace que ese momento se adelante. Y con la debilidad que la decrepitud suele producir, aún más, lo que tiende a inducir a error.

Como dirían en la cancha: ¡No te mueras nunca Jeanne! Sos la clase de mujeres francesas que con Simone Signoret, Simone de Beauvoir y tantas otras, formaron el mejor equipo femenino del mundo, y representaron un momento cultural extraordinario. 


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