El Blog de Emilio Matei

lunes, 22 de abril de 2013

Soportar la violencia verbal

Hace tiempo que se discute sobre la violencia verbal en las canchas de fútbol. Muchas veces hasta se la apaña y se la justifica: son cosas del fútbol, se dice. Pero cuando se asesina gente a la salida de los partidos o cuando se tira a alguien en un estadio desde alturas homicidas, todos se rasgan las vestiduras.

Qué se va a hacer, el fútbol es así

 La violencia, siempre insisto con esto, no afecta a todos del mismo modo. Y hay una especie de ley nunca expresada que dice que el atacado responde como suele responder según el modo en que se vio afectado y no como los demás pretenden. Una especie de derecho natural del agredido que si bien las leyes no contemplan, la realidad sí. ¿Quién decide si la fuerza de respuesta fue excesiva? Normalmente la justicia. Porque necesita alguna manera de evaluar por más que esa evaluación casi nunca tenga en cuenta cuánto el sujeto de la primera agresión fue afectado por esta. O, muchas veces, cómo es afectado según sus propias pautas culturales que pueden no ser la de uso más general si se trata de un extranjero o una persona criada lejos de donde la violencia se ejerce.
La violencia no es flolcklore, hay que apuntar a evitar todo tipo de violencia por más humana que sea teniendo en cuenta que aceptar la violencia como una forma de expresión de las pasiones humanas no implica de forma automática que haya que aceptarla en un caso en particular.

Hoy en día se ve como la violencia verbal, que como dije más arriba solía ser patrimonio de las canchas de fútbol o de las salidas de los boliches nocturnos, se va apropiando de la totalidad del espacio público. Y aparece con toda claridad que es una nueva arma de las minorías para forzar una reacción, una sobrereacción si fuera posible, por parte del gobierno. ¿Qué pasaría si después de una manifestación con un altísimo grado de violencia verbal como la última que tuvimos, se aplicara una represión sangrienta? Lo más probable es que esa actitud represiva diera pie a una reacción local e internacional de límites imprevisibles.

Hay que decir que después de ver un programa de Lanata, es de una madurez extrema poder mantenerse ecuánime. Sólo quien trabaja habitualmente con problemas mentales podría hacerlo con naturalidad, para los demás la incitación a la violencia concreta es casi insoportable. Pero hay que soportar.  Salvo que soportar tal vez obligue a los violentos a redoblar la apuesta. ¿Qué pasaría si se escapa un muerto? En la última manifestación se pasó muy cerca. 

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