Hace tiempo que se discute sobre
la violencia verbal en las canchas de fútbol. Muchas veces hasta se la apaña y se
la justifica: son cosas del fútbol, se dice. Pero cuando se asesina gente a la
salida de los partidos o cuando se tira a alguien en un estadio desde alturas
homicidas, todos se rasgan las vestiduras.
Qué se va a hacer, el fútbol es así |
La violencia, siempre insisto
con esto, no afecta a todos del mismo modo. Y hay una especie de ley nunca
expresada que dice que el atacado responde como suele responder según el modo en que se vio afectado y no como los
demás pretenden. Una especie de derecho natural del agredido que si bien las
leyes no contemplan, la realidad sí. ¿Quién decide si la fuerza de respuesta
fue excesiva? Normalmente la justicia. Porque necesita alguna manera de evaluar
por más que esa evaluación casi nunca tenga en cuenta cuánto el sujeto de la
primera agresión fue afectado por esta. O, muchas veces, cómo es afectado según
sus propias pautas culturales que pueden no ser la de uso más general si se
trata de un extranjero o una persona criada lejos de donde la violencia se
ejerce.
La violencia no es flolcklore, hay que apuntar a evitar
todo tipo de violencia por más humana que sea teniendo en cuenta que aceptar la
violencia como una forma de expresión de las pasiones humanas no implica de
forma automática que haya que aceptarla en un caso en particular.
Hoy en día se ve como la
violencia verbal, que como dije más arriba solía ser patrimonio de las canchas de fútbol o de las
salidas de los boliches nocturnos, se va apropiando de la totalidad del espacio
público. Y aparece con toda claridad que es una nueva arma de las minorías para
forzar una reacción, una sobrereacción si fuera posible, por parte del
gobierno. ¿Qué pasaría si después de una manifestación con un altísimo grado de
violencia verbal como la última que tuvimos, se aplicara una represión
sangrienta? Lo más probable es que esa actitud represiva diera pie a una reacción
local e internacional de límites imprevisibles.
Hay que decir que después de ver
un programa de Lanata, es de una madurez extrema poder mantenerse ecuánime. Sólo
quien trabaja habitualmente con problemas mentales podría hacerlo con
naturalidad, para los demás la incitación a la violencia concreta es casi
insoportable. Pero hay que soportar. Salvo
que soportar tal vez obligue a los violentos a redoblar la apuesta. ¿Qué pasaría
si se escapa un muerto? En la última manifestación se pasó muy cerca.
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