Hay una utilidad que tiene la
violencia verbal de las canchas de fútbol, la salida de los boliches nocturnos,
cuando la droga y el alcohol priman, y, estos últimos tiempos, las
manifestaciones antigubernamentales. En principio se trata de una acción de
masas y como tales deben ser analizadas. La utilidad es que sirven para saber qué
hay por debajo de lo que la educación oculta o limita en los sectores más
violentos de la sociedad. Y es un racismo profundo, una falta completa de
ecuanimidad respecto al otro. Una verdadera tolerancia cero.
La sensación que tengo es que el
inconsciente sale afuera sin ninguna limitación. La porquería que nuestra
sociedad juntó debajo de la alfombra se pone en evidencia en estos individuos a
la búsqueda de un chivo expiatorio para sus frustraciones. En realidad una de las formas más evidentes de la cobardía.
Agredido |
¿De qué es culpable la víctima? Para
los violentos, por estar en contra de ellos, de su nacionalidad y de sus preferencias sexuales. La verdad es
que mirando los hechos sin prejuicios, el único valiente es la víctima, ya que es la que enfrenta desde su soledad a muchos. La resultante sería de una clara discriminación
positiva producida por el ataque de muchos contra uno: los putos son los más
valientes, los migrantes nacidos en los países que nos rodean son los más
valientes, y ni que hablar cuando reúnen las dos condiciones. Generalización
absurda a la que lleva la generalización de los patoteros.
Los más valientes, los que
enfrentan a las hordas descontroladas; que suelen tener esas actitudes que
vistas de afuera parecen un avanzar retrocediendo o un retroceder avanzando, indecisión
propia de una banda de cobardes, hasta que la más bestia de las bestias, el menos cobarde entre los cobardes, si
juntó suficiente apoyo moral, da la primer patada o el primer palazo; son
tratados de cagones, maricones y putos. Un solo muchacho frente a una multitud
enardecida resulta ser cobarde y homosexual, las máximas categorías repudiables
para una masa descontrolada. Aunque su valentía sea tan evidente que raye con
la temeridad.
Susan Sontag |
Cuando fue el atentado a las Twin
Towers una de las acusaciones que se hacía a los terroristas era la de cobardes.
El cobarde atentado, se repetía una y
mil veces. La notable intelectual norteamericana Susan Sontag dijo que de los
terroristas se podía decir de todo pero no que fueran cobardes. No es un
cobarde una persona que entrega su vida por su ideología. Podrá estar alienado
o chiflado, pero no es un cobarde.
Pero qué se puede esperar de una
sociedad que trata de valientes
servidores públicos a los que, en grupos enormes, armados hasta los dientes,
equipados hasta el absurdo, atacan al supuesto asesino que como mucho tiene un
revólver o un rifle y se protege de las balas de alta potencia y granadas de
diverso tipo detrás de una mesa de cocina volcada. La verdad es que el héroe
americano, ese individualista e iluminado que lucha sólo contra toda una invasión
extraterrestre, se convierte en maldito cobarde cuando tiene enfrente al FBI o
a SWAT.
Dejando de lado a la hipocresía, si una sociedad debe defenderse de asesinos lo debe hacer en modo eficiente y eso no tiene nada que ver con la valentía.
Dejando de lado a la hipocresía, si una sociedad debe defenderse de asesinos lo debe hacer en modo eficiente y eso no tiene nada que ver con la valentía.
En síntesis, las palabras que
usan los vándalos y los patoteros para atacar a los extranjeros o a los que no
comparten su ideología, dicen mucho sobre
el estado de salud de una sociedad y cuáles son códigos ocultos.
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