La derecha o se decide por el populismo fascista o, salvo en situaciones muy particulares y extremas, nunca
ganará en elecciones libres. Claro que para apoyar a un fascismo declarado los
poderosos quieren algunas garantías que tendrían que ver con la seguridad de no
terminar mal. Por lo que me parece que, al menos en Argentina, estamos en la
etapa de: Se escuchan propuestas.
Mientras tanto tienen que comerse el garrón de elecciones
democráticas, lo que hace que cada vez más se escuchen comentarios sobre la
necesidad del voto calificado.
Hacía tiempo que nadie se atrevía a hacer esa clase de comentarios al menos públicamente. Pero con los jóvenes de dieciséis a dieciocho años, futuros votantes optativos de Argentina, volvió a despuntar el vicio, la nostalgia de un mundo al que, por suerte, no parece fácil volver.
Hacía tiempo que nadie se atrevía a hacer esa clase de comentarios al menos públicamente. Pero con los jóvenes de dieciséis a dieciocho años, futuros votantes optativos de Argentina, volvió a despuntar el vicio, la nostalgia de un mundo al que, por suerte, no parece fácil volver.
Se pide que los
jóvenes demuestren que no son estúpidos. Y que están, como uno, por supuesto,
en condiciones de elegir a un representante adecuado. Al fin de cuentas esto es
histórico en Argentina. ¿Acaso no se tenía en cuenta a la gente decente en la época de la Revolución de Mayo? Que era la que
venía en carruaje, como corresponde, y se prohibía acercarse al cabildo a los
despreciables hombres de a caballo.
Mientras tanto ¿qué hacer?, y discúlpenme por la forma un tanto leniniana. Hay mejores formas y, sobre todo, más factibles, de torcer
la democracia. Una es la reducción del poder del estado. Voten lo que quieran, que gane cualquiera, total las decisiones
importantes las tomamos nosotros. Y nosotros
pueden ser las finanzas, las empresas multinacionales, los grandes propietarios
rurales, los propietarios monopólicos de medios o una combinación de cualquiera
de esas corporaciones que, en realidad,
responden a los mismos intereses. Si no, basta ver quiénes son los actuales
tomadores de decisiones máximas de Grecia y de Italia. Y la poca importancia
que tiene para la mayor parte de los norteamericanos y para el mundo en general, de qué
partido resulta el ganador de las elecciones en Estados Unidos.
José Pablo Feinmann |
Y no quiero olvidarme de Santiago de Chile, un 11 de septiembre, y la mejor manera es hacerlo mediante la una auténtica expresión de la belleza:
Yo pisaré las
calles nuevamente
Yo pisaré las calles nuevamente
(Pablo Milanés, escuchar la canción)
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.
Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.
Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.
Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.
Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.
Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.
Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
(1974)
Si no se te cierra la garganta, no te la merecés.
Si no se te cierra la garganta, no te la merecés.
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