El Blog de Emilio Matei

domingo, 2 de septiembre de 2012

Abortos malos y abortos más o menos

Al propietario de los campos de soja y al piloto del avión que desparramaron al por mayor glifosato hasta el borde mismo del pueblo, teniendo en cuenta que la ley, bastante permisiva por cierto, exige dejar mil quinientos metros libres, les aplicaron tres años excarcelables y tareas comunitarias.

Y eso después de un montón de años de litigio.
Y todavía no escuché a ninguna autoridad religiosa de ninguna de las religiones que andan por aquí que ponga el grito en el cielo por el asesinato serial de esas pobres almas nonatas víctimas de una fumigación descontrolada y deletérea.

Teniendo en cuenta la cantidad de muertes de fetos y de niños y adultos enfermados y muertos por esa porquería cancerígena, se esperaría un gran escándalo por parte de los que son tan sensibles al supuesto toque divino del que todos, desde la concepción, llevamos con nosotros. Al menos un par de pequeñas excomuniones, diría yo. Pero no, de eso no habla ningún antiabortista. Eso sí, cuando se trata de una pobre chica que quedó embarazada por error o por violación, a lo mejor de menos de dieciséis años, a lo mejor analfabeta o apenas alfabetizada, a lo mejor débil mental, o a lo mejor nada de eso, pero siempre pobre; todos se rasgan las vestiduras si se hace un aborto y tiene la suerte de sobrevivir, o si al niño recién nacido lo abandonan o lo matan. Y a la pobre niña mujer la ponen presa y ni te atrevas a ponerla en libertad.

Como habría dicho mi abuela, a la que nunca oí decir una mala palabra: ¡Debería darles vergüenza!


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