Los organizadores decidieron entonces cambiar el escenario
de la carrera y terminaron por hacerla en Argentina, Perú y Chile, lo que les
exigió dividir el nombre original por dos. Ahora el Paris Dakar es sólo el
Dakar. Otra expresión del desprecio colonialista, ya que si la carrera no sale
de París, cambian hasta el nombre, en cambio si no llega a Dakar, capital de
Senegal, carece de importancia. Puedo imaginar a unos cuantos europeos
preguntándose si Buenos Aires, por ejemplo, no se llamará en realidad Nueva
Dakar. Y si los collas de Atacama no serán islámicos sin turbante. Tal vez
hasta puedan preguntarse si la llama no será una raza de camellos enanos que
por la altura perdieron la joroba.
Pero hay otro rally que se corre desde
hace mucho en la clandestinidad. En este rally que se podría llamar Dakar Paris,
ya que esas ciudades describen con bastante objetividad dónde empieza y dónde
termina, fluyen muchísimos millones de euros y los participantes, los narcos
colombianos, no corren ningún riesgo porque son custodiados, y no cazados, por
los islamogangsters, divertido
neologismo que leí por ahí y que describe con maravillosa claridad de qué se
trata.
Sí, la mayor parte de la droga, al
menos la que viene de occidente, entra a Europa vía África. Y toca el
continente en el Sahara, en pistas de
fortuna en la que una caravana de cuatro por cuatro toma la carga y se
encarga de un transporte en la que una mezcla de argelinos, marroquíes,
senegaleses, nigerianos, libios, etíopes, kenianos, somalíes y vaya uno a saber
de qué otra nacionalidad, unidos por un islamismo, podríamos decir, bastante
ecuménico, son los encargados de la seguridad.
Y gracias a los miembros de la OTAN , especialmente a
ingleses y franceses, que se encargaron de desorganizar a Libia, ahora toda esa
fauna de delincuentes y fundamentalistas dispone de una fuente inacabable de
armas y municiones ultramodernas robadas de los arsenales libios o compradas a
los que las robaron.
Pura iatrogenia, verdad, pura
enfermedad hospitalaria. Los europeos, por una cuestión de petróleo operaron al
norte de África del apéndice y le dejaron una verdadera septicemia, una
infección incontrolable que afecta un espacio bastante mayor que la superficie
de Europa occidental.
Ya ni los mejores analistas saben
decir cuáles son los intereses de las diferentes bandas armadas del norte de
África. Se sabe que hay en todas componentes fundamentalistas con delirios
místicos basados en interpretaciones más o menos delirantes del Corán e interesados
por los negocios que acompañan al poseer armas modernas en cantidades, por
ahora, ilimitadas, con una nueva táctica de lucha mediante pick-ups artilladas,
y un amplísimo territorio en el que reina la impunidad y la corrupción. Para
colmo casi todas las bandas tienen componentes de ambos tipos. O actúan según
uno u otro de acuerdo a los objetivos o a la oportunidad.
Mali en guerra con un ejército
casi disuelto y una fuerza francesa de ocupación, Túnez al borde de abismo, a
apenas un paso de caer en manos del fundamentalismo, Egipto con un ejército
enfrentado a un pueblo en un tira y afloja que nada hace presumir que termine
bien, Libia deshecha y en gran parte en manos de grupos armados, y Mauritania,
Marruecos, Argelia y los demás países de la zona en equilibrio inestable cuando
no ya en franca caída.
Y en medio de todo ese infierno de
gente violada, torturada, violentada de todos los modos imaginables, que
termina muriendo en el más terrible anonimato, el de ser un número más en la
cuenta ominosa de un genocidio basado en la buena conciencia de los
imperialistas de siempre. Esos colonialistas que seguirán, con toda tranquilidad, corriendo
el Dakar Paris y acrecentando el dinero negro de la droga que alimenta el
sistema financiero mundial bajo el paraguas del inalienable derecho a robar el petróleo de los países que lo tienen.
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