El Blog de Emilio Matei

viernes, 8 de marzo de 2013

Dakar Paris

El Paris Dakar fue un rally que se corría entre Francia y Senegal. Un rally lleno de aventura y un poco de muerte, como la aventura exige. Hasta que los deportistas sintieron que la posibilidad de ser convertidos en rehenes por diversos grupos islámicos, orientados desde el extremismo fundamentalista hasta el puro gangsterismo o una buena combinación de ambas cosas, era demasiado alta.
Los organizadores decidieron entonces cambiar el escenario de la carrera y terminaron por hacerla en Argentina, Perú y Chile, lo que les exigió dividir el nombre original por dos. Ahora el Paris Dakar es sólo el Dakar. Otra expresión del desprecio colonialista, ya que si la carrera no sale de París, cambian hasta el nombre, en cambio si no llega a Dakar, capital de Senegal, carece de importancia. Puedo imaginar a unos cuantos europeos preguntándose si Buenos Aires, por ejemplo, no se llamará en realidad Nueva Dakar. Y si los collas de Atacama no serán islámicos sin turbante. Tal vez hasta puedan preguntarse si la llama no será una raza de camellos enanos que por la altura perdieron la joroba.

Pero hay otro rally que se corre desde hace mucho en la clandestinidad. En este rally que se podría llamar Dakar Paris, ya que esas ciudades describen con bastante objetividad dónde empieza y dónde termina, fluyen muchísimos millones de euros y los participantes, los narcos colombianos, no corren ningún riesgo porque son custodiados, y no cazados, por los islamogangsters, divertido neologismo que leí por ahí y que describe con maravillosa claridad de qué se trata.


Sí, la mayor parte de la droga, al menos la que viene de occidente, entra a Europa vía África. Y toca el continente en el Sahara, en pistas de fortuna en la que una caravana de cuatro por cuatro toma la carga y se encarga de un transporte en la que una mezcla de argelinos, marroquíes, senegaleses, nigerianos, libios, etíopes, kenianos, somalíes y vaya uno a saber de qué otra nacionalidad, unidos por un islamismo, podríamos decir, bastante ecuménico, son los encargados de la seguridad.
Y gracias a los miembros de la OTAN, especialmente a ingleses y franceses, que se encargaron de desorganizar a Libia, ahora toda esa fauna de delincuentes y fundamentalistas dispone de una fuente inacabable de armas y municiones ultramodernas robadas de los arsenales libios o compradas a los que las robaron.
Pura iatrogenia, verdad, pura enfermedad hospitalaria. Los europeos, por una cuestión de petróleo operaron al norte de África del apéndice y le dejaron una verdadera septicemia, una infección incontrolable que afecta un espacio bastante mayor que la superficie de Europa occidental.

Ya ni los mejores analistas saben decir cuáles son los intereses de las diferentes bandas armadas del norte de África. Se sabe que hay en todas componentes fundamentalistas con delirios místicos basados en interpretaciones más o menos delirantes del Corán e interesados por los negocios que acompañan al poseer armas modernas en cantidades, por ahora, ilimitadas, con una nueva táctica de lucha mediante pick-ups artilladas, y un amplísimo territorio en el que reina la impunidad y la corrupción. Para colmo casi todas las bandas tienen componentes de ambos tipos. O actúan según uno u otro de acuerdo a los objetivos o a la oportunidad.
Mali en guerra con un ejército casi disuelto y una fuerza francesa de ocupación, Túnez al borde de abismo, a apenas un paso de caer en manos del fundamentalismo, Egipto con un ejército enfrentado a un pueblo en un tira y afloja que nada hace presumir que termine bien, Libia deshecha y en gran parte en manos de grupos armados, y Mauritania, Marruecos, Argelia y los demás países de la zona en equilibrio inestable cuando no ya en franca caída.

Y en medio de todo ese infierno de gente violada, torturada, violentada de todos los modos imaginables, que termina muriendo en el más terrible anonimato, el de ser un número más en la cuenta ominosa de un genocidio basado en la buena conciencia de los imperialistas de siempre. Esos colonialistas que seguirán, con toda tranquilidad, corriendo el Dakar Paris y acrecentando el dinero negro de la droga que alimenta el sistema financiero mundial bajo el paraguas del inalienable derecho a robar el petróleo de los países que lo tienen.

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