¿Cuál es el objetivo final de la economía?
Rafael Correa |
La economía no es un fin en si misma, es sólo un medio. Parece
de una extrema sencillez, de una ingenuidad irredimible, decir que la economía
tiene como objetivo el bien común. Pero esa es la verdad.
El problema esencial es definir quiénes son los receptores del
bien común. Es muy fácil decir que todos lo son. Pero todos es ambiguo. ¿Todos los nacidos en el país? Si así fuera se
dejaría afuera a todos los extranjeros que
quieran habitar el suelo argentino, como dice el preámbulo de la
constitución. Pero aún si los incluimos,
hay mucha gente que se considera con derechos particulares que los ponen por
encima de los demás. La gente decente,
como se decía en tiempos de la colonia y como hay gente que todavía lo dice, a
veces sustituyendo la palabra decente
por la palabra linda, que son los mismos
que pregonan a gritos la necesidad de imponer el voto calificado.
Y otros que aseguran que un código, una serie de algoritmos
matemáticos, tienen prioridad sobre los resultados en el presente. Son los que
suelen posponer un cierto paraíso declamado para después de políticas
económicas hijas de esos números, que casi siempre nos dejan en un infierno: el
aquí y el ahora. Al fin de cuentas, no muy diferente a las promesas que hacen
la mayor parte de las iglesias.
En realidad, como
siempre sucede cuando se hacen promesas de venturosos futuros, hay quien se
llena de riquezas en este ominoso presente.
Por ahora me conformaría con que todos los que están en
Argentina, nacidos aquí o no, sean los destinatarios de los beneficios de la
economía. Y lo sean lo más rápido que se pueda.
Por eso me encantó cuando Rafael Correa, el presidente de
Ecuador y prestigioso economista, dijo que busca el buen vivir. Así, con una sencillez que pone a cualquier persona,
sin importar el nivel o la educación, como objeto de una política y una
economía.
Pero ¿qué es el buen vivir? Resulta claro que no será lo
mismo para cualquier persona. No hay una lista de posibilidades en las que
todos coincidamos que mejoran o que empeoren la vida. Pero, dejando de lado los
gustos particulares, hay una cantidad enorme de cosas que es seguro que le
gustan a la amplia mayoría de las personas. Tantas que lograrlas y
distribuirlas en toda la sociedad ya sería un buen trabajo. Educación, salud, vivienda,
buena alimentación, cultura, tiempo libre, turismo. Todo al alcance de todos. Y
ya.
La verdad, lo que hace falta no es ninguna novedad, lo nuevo
es decirlo con tanta sencillez como lo
hace Rafael Correa.
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