El Blog de Emilio Matei

sábado, 18 de agosto de 2012

El escritor aristócrata

Gana mucho dinero. O tiene mucho dinero por herencia de familia. O se codea con los que lo tienen como un hijosdalgo o como un bufón o, por qué no, como un Rasputín. Y escribe. 
Claro que escribir es sólo un pasatiempo, puro entretenimiento dice con modestia. Tiene un poco de vergüenza por escribir, por eso siempre aclara que hacerlo es sólo una diversión, nada más que un pasatiempo: algunos juegan al golf, otros hacen salto a caballo y otros, menos afectos o menos dotados para el esfuerzo físico, escriben. No sea cosa que crean que uno no es un caballero como corresponde.
¿Y si tiene talento? ¿Y si su obra es reconocida? Bueno, con coquetería se declara que eso es pura casualidad y no hija de una combinación entre el esfuerzo y las condiciones naturales. Dedicar esfuerzo a algún tipo de creación artística podría ser aceptado sólo dentro de una secta, ya que las sectas son aceptables. Pero debería ser una secta muy secreta. De esas de cuya existencia se duda y de las que se susurra cuáles podrían ser sus prácticas y sus participantes, como si se tratara de un club de masturbadores en coro o algo así.
Por suerte luego de algunos años, si la obra es de verdad importante, lo que sobrevive es esa obra y no el autor y su problemática personal. Aunque a veces no hay tanta suerte y esa problemática personal sí sobrevive matizada por la creatividad de los críticos o de los partidarios de cualquier tipo, sobre todo si la figura del artista es emblemática en campos no estrictamente literarios. Da un poco de bronca cuando la caña se convierte en bebida sin alcohol o se olvida, el racismo en sólo una característica de la época, la ideología de derecha en la no ideología, apenas una debilidad de carácter, la maldad hacia los demás en humor y los juegos lógicos o de palabras en filosofía. 


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