El Blog de Emilio Matei

jueves, 26 de julio de 2012

Cruzadas de la boludez III

La fecha de vencimiento


Fecha de vencimiento
Fecha de vencimiento. Un invento supuestamente sanitario para evitar la venta de productos en mal estado que se convierte en otra cruzada de la boludez. Apenas un niñito aprende a leer, se le enseña a ver las fechas de vencimiento de los alimentos y a descartar hasta el chocolate. El que come postre de chocolate vencido se va al infierno.

Leí hace poco que en Londres, por tener la fecha vencida, se tiran todos los días cinco mil toneladas de alimentos en perfecto estado. El escándalo de esa cifra es tan grande que parece que algún diputado pretende obligar a sacar esa fecha de los envases

Qué bueno que los ingleses sean tan estudiosos de los comportamientos sociales, lo que descubren siempre sirve para escribir algo. Por ejemplo, los bomberos de Londres dicen que los departamentos mejor blindados contra los merodeadores son los que más dificultades ponen a los bomberos cuando hay incendios y hay que rescatar a la gente.  Y por lo tanto, los que producen más muertes.

Me disculpo por esta digresión y vuelvo a la fecha de vencimiento.

Cuál es la lógica de las empresas que se escudan bajo el paraguas de cumplir con una ordenanza impuesta en defensa de los consumidores: poner una fecha de vencimiento suficientemente próxima como para evitar un eventual juicio por parte de algún consumidor afectado, o que crea que fue afectado. Reducir el riesgo, entonces, para la empresa productora, se convierte en una fecha de vencimiento ilógica desde el punto de vista sanitario, si es que todavía tiene sentido ponerla. ¿Y el desperdicio? El desperdicio no es un problema para la empresa productora que cuanto más desperdicien sus clientes, más venderá.
Directo a la basura
Y después los cruzados nos llenan los mails pidiendo que no imprimamos sin necesidad, que con eso salvamos a los bosques. Claro que se me podría decir qué tiene que ver una cosa con otra. Y la tiene, basta ver las enormes cajas de cartón que se usan para envasar tonterías tales como las dietéticas barritas de cereal que, forradas de plástico, nadan en un vacío decorado. Y para colmo, pueden ser descartadas por estar vencidas.

Hay una enorme distancia entre vender alimentos en mal estado o descartarlos antes de tiempo. Y esa distancia suele depender del alimento en sí. Los quesos, por ejemplo, suelen juntar algunos hongos verdes en su superficie. Cuando eso sucede, y si nos molesta ya que no es imprescindible, les sacamos los hongos con un cuchillo y nos comemos lo demás sin correr ningún riesgo. A veces hacemos lo mismo con la superficie de algún dulce. Recuerdo que hace muchísimos años la gente hacía queso blanco con la leche que se pasaba mediante el método de meterlo en una bolsita de tela y dejar que el suero goteara hacia afuera.
No soy un experto en cuestiones alimentarias pero estoy seguro de que la mayor parte de los productos vencidos pueden ser usados de algún modo para la alimentación de personas y/o animales sin producir mayores daños.

Un par de ejemplos autoreferentes


¿Un bife de mamut?
Me comí un lomo que compré congelado en un frigorífico uruguayo que tenía fecha de faenado de hacía cinco años. A los que se asombran les comento que a veces los lobos de Siberia se comen a mamuts muertos y congelados hace, a lo mejor, veinte mil años, y parecen sobrevivir lo más bien.
Y me tomé una sopita crema, sólo echándole agua hirviendo lo que debo reconocer que me produjo alguna inquietud, cuya fecha había vencido hacía nueve años y sin mayores inconvenientes. ¡Me enorgullezco de mí mismo! ¡Eso es poner el cuerpo a las propias convicciones!

También tuve una experiencia extraña en una fábrica de vidrio. Les habían devuelto por un incumplimiento en el pago, una verdadera montaña de frascos de pulpa de tomate. La mayor parte de los frascos tenían las tapas oxidadas y las etiquetas estropeadas por el tiempo y la humedad. ¿Y ahora, les pregunté, qué van a hacer con todo eso? No hay problema, me contestaron, se pasan por un autoclave, se les cambian las tapitas y las etiquetas y se los vende sin ningún riesgo para los consumidores ya que con los 120ªC del autoclave no queda nada vivo.

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