El Blog de Emilio Matei

viernes, 6 de julio de 2012

Campo de batalla

Mediterráneo, ¿Mare Nostrum? 
De izquierda a derecha, en el mapa del sur del Mediterráneo: Marruecos, una monarquía absoluta y obsecuente, apenas con algunos matices de democracia como para no escandalizar demasiado. Argelia, una especie de bomba de tiempo que se desliza hacia el fundamentalismo extremo, Túnez saliendo de una revuelta popular, poco clara, y yendo hacia un futuro menos claro todavía. Libia, con su cohesión social destruida, disfrazando la anarquía con un lavado de cara seudodemocrático atado con hilos que no sólo se ven sino que están hechos de material más teórico que práctico. Egipto con elecciones que dan a un gobierno de un espíritu democrático dudoso, un poder muy limitado por las fuerzas armadas. Israel que merece un análisis aparte, Chomsky considera que política y militarmente funciona como un mercenario de Estados Unidos. ¿Quién se acuerda del Líbano? ¿Quién se acuerda de ese faro de cultura del mundo árabe? Y Siria, un campo de batalla. Y cómo no sería Siria un campo de batalla si Assad tiene a la vista el destino de Sadam Hussein y el de Khaddafi* . Hasta la rata más miserable no se rinde ni ante un elefante si no le dan más alternativa que la muerte. Qué curioso, las series norteamericanas siempre nos muestran el poder de las negociaciones para resolver los conflictos, negociaciones que a veces implican reducir enormemente las penas a los culpables, y a Assad nadie le ofrece nada. Sólo le piden que deje el gobierno mientras la gente sigue muriendo en las calles. Por lo que sé ni China ni Rusia, sus aliados en las Naciones Unidas, le ofrecieron asilo. De hecho, no les interesa asilarlo sino tenerlo ahí en el gobierno para poder seguir vendiéndole armas.

¿Estoy paranoico o hay alguna política acordada por los países poderosos para con el mundo árabe?

……………
* Los franceses no tienen el sonido “j” español así que inventaron en lingüística el grafema “kh” para representarlo. En consecuencia uno ve algunos nombres escritos alternativamente de una u otra manera. En el caso del ex líder, escuché a varios libios pronunciar su nombre como Jad-dafi, con el sonido “j” en castellano, más parecida todavía a la “j” centroamericana que a la española, como una “h” aspirada en inglés,  y una especie de doble “d”, sosteniendo la lengua contra el paladar un instante en ese sonido. Las “a” son muy abiertas, más que las nuestras.

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