A seis años de la muerte de Héctor Lastra
Ser gay en Argentina nunca
fue fácil, y ser gay y de izquierda menos todavía. Para el Héctor Lastra que yo conocí nunca existió el closet ni ocultó ninguna de las dos
cosas y eso le costó ser víctima de la censura, correr riesgos personales y soportar
cierto desprecio por parte de algunos conspicuos miembros de nuestra
intelectualidad, machos y hembras auténticos
y bastante más prejuiciosos de lo que les gustaría reconocer.
Con su sonrisa torcida, su
leguaje de militante a veces difícil de comprender y su ironía sobre los demás,
fue un tipo leal y consecuente tanto con sus amistades como con su ideología que
lo llevó a ser parte de la mesa directiva de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos.
Lo conocí en casa de la escritora Liliana
Hecker. Él, mi mujer y yo nos llevamos bien de entrada, nos sentimos cómodos
charlando sobre conocidos comunes y sobre la situación del país. Después me
crucé con él muchas veces. En la SADE, donde dio durante muchos años talleres
literarios, en la presentación de algún libro, como Fuegia, de Belgrano Rawson,
en la antigua fundación del Banco Patricios en Callao y Sarmiento, en alguna
reunión anual de La Nación y en muchas reuniones del ambiente literario. Tuve el honor se ser uno de los dos invitados
al Restaurante Edelweiss cuando le entregaron el premio del grupo de los XIII y
pude entrevistarlo en la radio FM Palermo cuando publicó Fredi, una novela
feroz que creo que todavía no fue evaluada en su justo valor a pesar del
segundo, segundo, claro, premio municipal que le otorgaron.
Como dije al principio, nunca
fue fácil ser gay en Argentina. Lo que siento en el alma es que Héctor no haya
podido vivir la aprobación de la ley del matrimonio
igualitario y el juicio y condena a Videla y otros pájaros de la misma
ralea.
Hasta la victoria, siempre,
Héctor. Pero no dicho con heroicidad sino con un guiño cómplice, burlón, sabio,
como habrías hecho vos.
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