Ahora que los vengadores se
agrupan en masa para ajusticiar al
delincuente, mísero y cobarde personaje que se atrevió a robar, desarmado, o
armado de un cuchillo de cocina, o que, en
realidad, andaba por ahí y tenía el aspecto que no debía tener, me acuerdo
de dos casos que viví. No son originales de modo especial, todo lo contrario,
por lo que sé, son casi paradigmáticos, los más comunes del mundo. Tal vez por
eso los voy a contar como casos de
una sociología barata y sin estadísticas, datos para una lectura ya hecha muchas veces, y desde
hace mucho tiempo, y siempre actual.
Este es, entonces, un aporte a la
caracterización de un tipo de macho argentino, mentiroso y cobarde, racista y
fascista, que hoy en día es apañado por el sistema de medios. Un tipo de macho
argentino bien entrenado para el asesinato encubierto por la turba.
Caso 1º: El de un aristócrata
venido a menos hablando de su mujer, veinte años menor, de clase media muy
baja.
—Cuando tenía dieciséis años la
violaron. La agarraron de noche, la metieron dentro de un bar cerrado, la
ataron a una columna y se la cogieron. ¡También! Usaba una minifalda tan corta que se le veía
el culo.
Caso 2º: El de un muchacho de
clase media baja, de esos que se cortan el pelo al estilo militar, que crían
músculos vistosos y que se pasan los fines de semana en el jardín, katana(*) en mano, haciendo varoniles
ejercicios de defensa personal.
—¿Por qué tu novia no quiere
llegar de noche a su casa?
—Lo que pasa es que enfrente vive
un tipo que odia la familia de ella y que le dijo que un día de estos la va a
violar.
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