Siempre me interesó, o debería decir me preocupó, la
imposibilidad de demostrar a alguna gente, la realidad de lo obvio. La crónica
que escribí hace unos días, El país no da para más,
es la crónica de un caso típico.
Alguna vez me contaron un caso psiquiátrico en
el que un hombre podía decir, con toda tranquilidad y mientras se comía un
enorme sandwich de jamón y queso, que
no podía comer nada y que si seguía así moriría por inanición en poco tiempo.
Cuando se le señalaba el sandwich que
estaba comiendo, lo miraba como si no supiera de qué se trataba y después de un
momento volvía con el mismo comentario de antes, con el drama de su muerte
inminente.
Los militantes de izquierda suelen creer, sobre todo cuando
son muy jóvenes, que si una información no es entendida por alguien es porque
no fue lo suficientemente bien explicada. Y vuelven a intentar lo mismo una y
otra vez, desde un lado y desde otro, hasta el aburrimiento o la desesperación.
Mallinovski, uno de los padres de la antropología moderna,
cuenta cómo en una isla del pacífico, los nativos estaba convencidos de que las
mujeres quedaban embarazadas por los espíritus de las personas muertas que
venían desde una isla próxima. Cuando se le decía que no era cierto, que el
embarazo era función de las relaciones sexuales, lo negaban y hasta les causaba
risa por considerarlo completamente absurdo. Como la vida sexual era bastante
complicada entre esos salvajes, la
paternidad habría sido difícil de probar. En un caso, por un defecto genético
muy característico, la relación padre-hijo resultaba evidente. Pero ni aún así.
Decían que el defecto de uno no tenía nada que ver con el defecto del otro, lo
que invalidaba en forma automática y definitiva la comparación.
Wilhelm Stekel definió el punto ciego en sicoanálisis como cierta información que no puede
pasar del paciente al sicoanalista por problemas profundos de este último. Pero
es evidente que en el caso social, la negación de cuestiones evidentes en
grupos sociales, no puede ser equiparada a esta situación. O al menos eso me
parece ya que no sabría cómo hacerlo.
El sociólogo Lucien Goldmann dio una explicación que hasta
el momento me parece la más adecuada o la que me excita más. Abrió un camino
para pensar las posibles soluciones al problema de la conciencia, en el sentido
del reconocimiento de la realidad objetiva, por parte de la gente. Él dice que
a los grupos sociales les es imposible reconocer verdades que los obligarían, de
reconocerlas, a disolver o destruir el propio grupo. También dice que a la
larga, si el nuevo reconocimiento de la realidad los obliga a cambiar, lo
harán. Da como ejemplo la dificultad que tuvo la academia para reconocer la teoría de la relatividad de Einstein
y cómo finalmente tuvo que aceptarla.
Si la teoría de Goldmann es correcta, uno imagina que la
mejor o peor explicación no sería lo que produciría un cambio de la conciencia
sino la existencia de un grupo que va sustituyendo al anterior por la fuerza de
la interpretación que hace de la realidad. Y la creación y desarrollo de ese
grupo a partir de gente independiente sería mucho más productiva que la
búsqueda de la comprensión, casi imposible de acuerdo a esta teoría, de los
miembros del grupo antagónico.
Mussolini |
Sr Emilio Matei No sé sí el Homo Sapien tiene algo que ver con saber algo porque lo que el ser humano a demostrado y echo en estos últimos 40.000 años es, en realidad, que no sabemos quienes somos, el porque instintivo de auto-destruirnos y el porque de nuestro rol en el Universo.
ResponderEliminarFreddy, si bien muchos hitos en la historia humana nos hacen tender a un cierto pesimismo, hay que recordar lo que fue el crecimiento de la raza humana en ese lapso de 40.000 años. Una especie que crece a ese ritmo no parece demasiado orientada a la auto-destrucción.
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