Según la Real Academia Española,
pandemónium es la capital del reino
infernal, o, por extensión, un lugar donde hay mucho ruido y confusión. Parece,
entonces, que los diablos son muy desorganizados. Y yo creo que eso no es
verdad, los diablos no son los desorganizados, ellos son los que desorganizan a
los demás.
Estos últimos días se agregó a
la ilegalidad manifiesta del ejercicio de poder que realiza Estados Unidos y
sus socios de la OTAN, el atentado a los derechos soberanos de Bolivia, con el
rapto de su presidente, Evo Morales, y la cacería internacional de Snowden, el
espía arrepentido, muy probablemente un pobre ingenuo que creía en las
libertades civiles declamadas, pero que se han dejado de cumplir desde hace
mucho tiempo. Recuerdo un slogan que se escuchaba por aquí: A los enemigos, ni justicia. Y teniendo
en cuenta quién decide quién es el enemigo, la justicia deja de tener cualquier
clase de sentido salvo el que le conviene al más poderoso.
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Después del bombardeo
Siria |
Hay quien dice que Norteamérica
está financiado a cuadros del Al Qaeda que pelean en Siria contra Al Assad. Lo
que parece un tanto delirante. Pero lo delirante se está convirtiendo en
normalidad en tiempos tan anormales. Lo que sí se sabe es que todas las
facciones que pelean en Siria son poco
confiables. De ahí que últimamente se hable menos de lo que sucede por ahí.
No sea cosa que los héroes se conviertan en los malos, como pasó con el Talibán.
Y al fin de cuentas lo que se busca, una vez más, es un país desmembrado y con
ninguna capacidad para defender la soberanía, cualquiera fuera la naturaleza
política de su gobierno. Los muertos civiles, por supuesto, no cuentan. Son
inevitables.
La guerra en Afganistán incluye
un buen pedazo de Pakistán. País muy grande, potencia atómica, que nada puede
contra las incursiones de drones o grupos de tareas de la OTAN en buena parte
de su territorio. El flagrante desprecio de las leyes internacionales y de los
derechos a la autodeterminación de los pueblos, no parece ser suficiente para
disuadir a los más poderosos. A las víctimas sólo les queda quejarse, pero sin
hacer demasiado ruido. No sea cosa.
En Israel un grupo de militares
detuvieron a un niño de cinco años por tirar una piedra a un coche. La
filmación, hecha por un miembro perteneciente a un grupo pacifista del mismo
Israel, es apenas un consuelo respecto a lo que piensa ese país sobre el
derecho de los más débiles.
El norte de África arde en una
primavera árabe que más se va pareciendo a un invierno. El triunfo de los más
organizados, que suelen ser los fundamentalistas islámicos, y de los hipócritas
que se declaran tales para poder seguir con sus negocios sucios, va en una
pendiente con final imprevisible. O, tal vez, sí sea previsible. El modelo
libio puede ser el futuro del Magreb y de otros países más al sur, países
destruidos en manos de bandas armadas. E imperialistas en santuarios
hiperprotegidos alrededor de las riquezas naturales, en particular, el
petróleo. Y rutas en el Sahara cuyas fronteras no son más que puestos de peaje
en manos de soldados corruptos de cualquiera de los países de la zona. Puestos
de peaje, como digo, en el que se detienen migrantes desesperados que intentan
llegar a Europa y caravanas de narcos colombianos protegidos por patriotas tuaregs. En las ciudades más
grandes y modernas, como Túnez, Femen, grupo de mujeres que se manifiestan con
los pechos desnudos y pintados con consignas, buscan ser reconocidas como seres
humanos con derechos y no como parte del patrimonio de los hombres. Lo que
muchas veces empieza con el derecho a aprender a leer y escribir.
Por fin, en América Latina habría que tener mucho cuidado. No es momento para cometer errores en la política local. No hay que olvidar que los diablos primero se aseguran de que en un lugar haya partidarios propios antes de concederles el franchising del infierno.