El Blog de Emilio Matei

lunes, 27 de abril de 2015

Privilegios y pertenencias

Reconozco que estos temas, la conservación de los privilegios y el sentido de pertenencia de los miembros de los grupos sociales, son recurrentes para mí. Estoy convencido de que en el estudio de esas patologías sociales hay soluciones, al menos parciales, para la comprensión y la posterior modificación de ciertos comportamientos.

¿Es el miedo a perder los privilegios, sean estos reales o una creencia inducida por la sociedad en su conjunto o los medios en particular? ¿O el miedo a dejar de pertenecer?[1]

"El problema, por tanto,  es 
saber no lo que piensa un 
grupo, sino cuáles son los
 cambios que pueden produ-
cirse en su conciencia, sin 
que haya modificación en la
 naturaleza esencial del grupo."

L.G.
La actitud de muchas personas de sostener ideas que las desfavorecen en términos de realidad, suele ser una actitud de un perfil irracional que resulta, o parece resultar, imposible de modificar mediante las discusiones o los razonamientos lógicos tradicionales. No parece haber prueba que alcance para hacerles comprender lo que resulta obvio.
La búsqueda desesperada, por parte de los militantes, del razonamiento adecuado para convencer a las personas que cambien su modo de ver la realidad, llenas de lógica que trata de mostrar la obviedad de sus ventajas y sus desventajas, están condenadas al fracaso si no consideran como básico, el entender cuáles son las verdaderas razones que tiene el interlocutor para pensar de otro modo. Que, como trato de decir aquí, no son sólo su conveniencia inmediata ni la verdad del razonamiento, sino los riesgos sociales a los que se sometería si cambia su modo de pensar[2]. En concreto, la pregunta que subyace, creo que bastante inconsciente, como digo más arriba, es la de si un cambio de forma de pensar le permitiría todavía pertenecer al mismo grupo, el grupo que hasta ese momento lo identifica y que parece sostenerlo.

Para Lucien Goldmann, la pertenencia a un grupo es uno de los factores posibles que determinan qué se puede o no se puede percibir. Y lo considera un fenómeno estudiable desde la sociología y la psicología en un contexto de la teoría de la comunicación[3] [4].

Me gustaría mostrar aquí unas pocas situaciones con el fin de aclarar un poco de que hablo cuando hablo de pertenecer.

1ª ¿Es posible cambiar de club de fútbol por alguna razón lógica? ¿Alguien podría conseguirlo sólo por un razonamiento? Lo veo altamente improbable. En mi caso soy de River sólo porque en mi infancia mi padre era de River por haber vivido, él, en Nuñez, barrio sede del cuadro en su época juvenil. Teniendo en cuenta que por esa época la que la mayor parte de los habitantes de Buenos Aires era o inmigrante o hijo de inmigrante y que el fútbol no era muy antiguo, lo más normal era ser hincha del club del barrio. Cambiar de cuadro de fútbol para mí sería una traición a mi padre, a mis hijos, a los que les transmití mi filiación futbolera, y así podría seguir durante un rato escribiendo por qué dejar a River sería para mí, poco aficionado al fútbol, una especie de tragedia. No importa si el presidente de la institución es un nazi, si sus jugadores son unos troncos, si la barra brava hace desastres, si la cancha se viene abajo y si se va al descenso o cualquier otra razón.

2ª La definición de esnob de la Real Academia Española: “Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos”, debería ser ajustada agregando el verbo creer: “…, opiniones, etc. que cree de aquellos a quienes considera distinguidos.” No hacerlo vela algunos comportamientos que podrían volverse inexplicables.
Estoy convencido que esta búsqueda, estos constantes análisis de los comportamientos de otras clases sociales, casi siempre más altas, pero a veces más bajas[5], no siempre son conscientes. Al menos del todo. Creo que esos comportamientos se incorporan con tanta fuerza que se pueden volver automáticos y terriblemente sólidos[6]. Son, por lo tanto, muchas las situaciones en las que las personas pueden utilizar costumbres, ropa o gestos que los desfavorecen cuando no los dañan, sólo por la búsqueda pertenecer. En particular si estas actitudes se expresan en el momento del voto.

3ª ¿Qué le pasará por el interior a un comerciante del barrio de Once, judío al menos por sus orígenes, que debería aceptar un partido nacional y popular que mejorando la distribución del ingreso le produce muchos más clientes con el consiguiente aumento de las ventas, teniendo en cuenta que la caja registradora lo hace más evidente que cualquier razonamiento iluminado, si Israel y sus instituciones locales en las que participa o por lo menos simpatiza, le dice por razones de su política internacional que debe acompañar la mirada sobre la sociedad de la derecha más extrema, la misma que siempre estuvo dispuesta a destruirlo, y militar y votar en consecuencia?[7]

En síntesis, sé que creer que todas las personas son determinadas más por sus pertenencias que por sus conciencias es una ingenuidad. Pero es probable que eso sea cierto en muchos más casos de los que uno pueda o quiera suponer. La cuestión sigue siendo, como a principio de los setentas del siglo pasado, cuando Goldmann planteaba esto, cómo extraer alguna conclusión práctica, cómo extraer una metodología.




[1] La compañía de tarjetas de crédito American Express utilizaba un eslogan notable por su perspicacia: "Pertenecer tiene sus privilegios."
[2] "…, la mala fe es un fenómeno individual que no encontramos más que de manera totalmente excepcional y provisional en grupos sociales extremadamente restringidos,…" L.G.
[3] “El problema, por tanto, es saber no lo que piensa un grupo, sino cuáles son los cambios que pueden producirse en su conciencia, sin que haya modificación en la naturaleza esencial del grupo.”
La création culturelle dans la société moderne. L. Goldmann, Editions de Nöel, Paris 1971.
[4] La muerte prematura de L. Goldmann, no le permitió seguir adelante con esta teoría que me parece excepcionalmente prometedora. Y tampoco encontré otros científicos que la hayan hecho avanzar más. Teniendo en cuenta las implicaciones que podría tener en la comunicación social y, por eso mismo, en la política, creo que merece un estudio más extenso que apunte a sacar de ella alguna posibilidad práctica para la acción.
[5] La militancia de izquierda que se proletariza y trata de imitar las costumbres de la clase a la que pretende concientizar.
[6] Sobre este tema, la importancia sicológica de pertenecer a un grupo, habría que analizarla desde los estudios sobre la adolescencia, donde el pertenecer parece ser especialmente importante.
[7] No equivocarse, no es un tema religioso el que lo une a Israel, su comunidad aceptaría que fuera ateo, pero no que traicionara al Estado de Israel.


jueves, 16 de abril de 2015

Uruguay, el país más grande de América Latina

Marat/Sade
Hubo una época en la que Uruguay fue muy grande, casi se podría decir que fue el país más grande de América Latina. Eran tiempos del semanario Marcha, con sus “Cuadernos”, eran tiempos de teatro en El Galpón que estrenaba Marat/Sade, y de los muchísimos teatros independientes, eran tiempos en los que actuaba y se formaba uno de los grupos guerrilleros que más aceptación tuvo. Los Tupamaros, mezcla de humor, inteligencia y valentía, que puso a Uruguay en boca de  la izquierda, y la derecha, de todo el mundo(*).
Claro que, en realidad, lo más importante que tenía esa época era que todos éramos jóvenes. Yo, un poco más joven que los que crearon ese tiempo, viajaba a Montevideo para disfrutar de tanta creatividad y tanta inteligencia en un país todavía libre y que nadie esperaba que perdiera esa libertad. Y mucho menos tan pronto.

La muerte de Eduardo Galeano puso en evidencia que dentro de poco ese tiempo dejará de ser un tiempo vivido para convertirse en un tiempo histórico, objeto o tal vez víctima de diversos relatos, variadas interpretaciones, originales tesis de doctorado. Y por qué no. ¿Acaso no es el destino de todo tiempo histórico?

Si se me calificara de nostálgico, con la componente de pocas expectativas de futuro que eso implica, puedo aceptarlo. No sólo por una cuestión de posición ante la vida. Más bien por una cuestión cronológica. Hay una época de la vida en la que el tiempo es todo menos sigiloso. Y la muerte de alguien como Eduardo Galeano lo hace explosivo.

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(*) Sí, ya sé, esta es una lista incompleta y parcial. Pero mi intención no es la de hacer un estudio sociológico de un tiempo histórico sino, más bien, expresar el sentimiento que su recuerdo me produce. Sobre todo estos días, sensibilizado por la muerte de E. Galeano.