Hombre tocando el sitar |
Para
convencer a un hombre que no cace, hay que darle alguna forma de alimentarse
que pueda preferir. Y crear una conciencia filosófica de protección del
entorno. Por supuesto y como es bien sabido, primero hay que llenar las panzas
y después hablar de filosofía. Todos los que intentaron el camino contrario
terminaron muertos o desnutridos o hindúes, los que lograron para combatir el hambre, mediante la
introspección y acompañados por el sitar, estar muertos, desnutridos y vivos al mismo tiempo.
Y si la
filosofía no alcanza para convertir a los hombres en protectores del medio
ambiente, hay otra política que he visto funcionar bastante bien. Y es la de
encarecer las balas. Es curioso, estos días se vio a un comediante
norteamericano hacer un stand up,
versión norteamericana de lo que se solía llamar contador de chistes o comicastro
de feria y que ahora se puso tan de moda por esto lares, refiriéndose con
humor a la masacre de niños en una escuela, diciendo que lo que había que hacer
no era prohibir las armas sino encarecer a las balas. Él proponía que cada bala
costara cinco mil dólares y la idea era que para matar a alguien haría falta
juntar dinero durante bastante tiempo o conseguir un crédito.
Esta idea
yo la vi en acción en el Delta del Paraná durante el
período del uno a uno, un peso un dólar. Cuando los cartuchos de escopeta
superaron el dólar de precio y cuando la miseria arreciaba, se dejó de matar
pájaros a diestra y siniestra para hacer tiro al blanco, y la fauna voladora
reaccionó en dos o tres años de una manera maravillosa. Maravillosa, claro,
para los que nos encantan los pájaros. Hay muchos que se quejan de que hoy en
día es imposible dormir de mañana por el escándalo ornitológico.
Y respecto a los perros, esos animalitos inteligentes, compañeros y gregarios, necesitan
que se complete su imagen con unos atributos más. O, al menos, mostrar como
muchos de sus comportamientos son deletéreos para el medio ambiente.
Es cierto
que un perro abandonado come todo lo que puede y si consigue formarse en
jauría, como pudo haber dicho cualquier socialista, conseguirá mucho más éxito
en cubrir sus necesidades. ¿Pero qué pasa con los perritos que tienen dueño?
Aquí me
tengo que poner antipático. Todos saben que para el dueño de un perro nada hay
más perfecto e intocable que su perrito, sobre todo si sustituye a un hijo no tenido o no tenible. Lástima que su perrito forme una
jauría con los de su vecino apenas le dan oportunidad, que mata por placer, sí,
el perro de ciudad o transculturado y sobrealimentado que anda por aquí mata
por placer, y que casi ningún animal sobrevive a las alegres diversiones de los
cuzcos en patota, salvo, tal vez, las ratas, que consiguen reproducirse a
velocidades mayores que la que tiene el exterminio a las que las someten los
perros.
Y
anticipándome a los comentarios de propietarios de perritos del medio urbano,
les comento que un perro de departamento le tiene miedo a un gato, a una rata,
y si te descuidás, hasta a una cucaracha. Pero apenas lo dejas juntarse con perros de campo o de monte,
si no se lo comen, o más bien si no lo muerden y lo corren, teniendo en cuenta
que no hay como la sodomía para hacer amigos, y sabiendo que las perras tienen
entrada libre en los bailes salvo que haya muchas perras ya, lo convierten en una máquina de matar que puede
liquidar a cualquier gato o rata que se le cruce por delante. Claro que la psicopatología del perro urbano dice que hay algunos cuya cobardía e incompetencia para sobrevivir es tan acentuada que los hace irredimibles.
Si alguna vez alguien tuvo oportunidad de ver cazar a un grupo de perros en un pajonal, verá que usan la misma técnica que usan los lobos para cazar lemmings bajo la nieve y los osos polares para romper la capa de hielo y cazar a una foca bebé.
Ver a los
perros más experimentados dar el ejemplo a los perritos de salón, debo
reconocer que es fascinante. Pero muy malo para el ecosistema supuestamente natural.
Aguará Guazú o zorro de los pantanos |