Hay dos formas de definir a una persona autoritaria. Una
tiene que ver con una cuestión objetiva. Persona autoritaria es la que ejerce el poder sin limitaciones.
En esta categoría carece de sentido incluirla ya que en
Argentina están activos con plenitud los poderes legislativos y judicial. Teniendo
en cuenta que en el poder judicial, en
realidad, hay todavía jueces de extrema derecha y antidemocráticos que si
pudiera se sacaría de encima de inmediato, y que eso no lo puede hacer, mal
podría estar ejerciendo un poder absoluto. Tampoco hay límite por parte de los
medios para dejar oír y transcribir los insultos más infamantes sobre su
persona. Insultos de una violencia que en nuestro país sólo escuché referidos a
Evita y a las Madres de Plaza de Mayo (Sólo mujeres, como se puede ver. Parece que la distinguida derecha argentina es poco caballerezca y mucho menos elegante cuando no esta en el poder). Que Cristina haga oídos sordos a esos
insultos no creo que quiera decir que no le molestan. Pero no ejerce sobre los insultadores ningún poder de represión.
Cosa que hasta un ciudadano cualquiera podría hacer por vía judicial.
La otra acepción de la palabra autoritario tiene que ver con un estilo de la personalidad de
algunos individuos, personas que suelen ser enfáticas, convencidas y que ponen
mucha energía en sus opiniones. Pero esa forma de expresión poco tiene que ver
con el autoritarismo en la medida en
que no obliguen al otro mediante el ejercicio de formas concretas de violencia, a aceptar sus
ideas.
La ideas, entonces, son las que deben ser juzgadas, no el
estilo en que se las enuncia. Si no te gusta el estilo de alguien, no lo invites a comer a tu casa. Pero dejalo ejercer su profesión. Si el plomero te resulta antipático, mala suerte, lo que importa es que sepa lo que hace y que sea rápido y barato.
Qué más simpático que el estilo de Cacho Castaña,
cálido y cargado de humor e ironía sobre sí mismo, o el de la falsa ingenuidad
de Susana Giménez, la que nunca ofende a nadie, cuando piden la pena de muerte.
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