El Blog de Emilio Matei
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martes, 19 de febrero de 2013

Canales culturales y documentales

El precio de la historia
Serie en History Channel
Qué hay en los canales culturales o documentales de las cadenas norteamericanas.

-         Negocios de compra venta en los que, como en todos los negocios de compraventa, alguien se aprovecha, en forma más o menos encubierta, del que vende. Nunca demasiado necesitado, por otra parte, contra lo que suele suceder en la realidad en la que el que vende o empeña está desesperado o es un ladrón.

-         Platos voladores, civilizaciones del espacio que vinieron hace milenios, visitas y encuentros actuales con extraterrestres súper evolucionados, que eligen para sus contactos los cerebros privilegiados de magos y tarotistas.

-         Monstruos inexistentes basados en mitos antiguos o de cualquier otro tipo, razón suficiente para ir a la búsqueda basada en el absurdo lógico de que hay que probar la no existencia de algo.

-         Armas y más armas. Cómo asesinar hoy en día, cómo lo hizo Alejandro, cómo lo hacía el faraón, cómo los nazis, cómo funcionaba una catapulta, cómo se quemaban a los invasores y un largo etcétera. Hombres forzudos o con caras de intelectuales, mujeres gordísimas o hermosas, niñitos y niñitas, todos emocionados al apretar el gatillo.

-         Motos y coches.

-         Récords mundiales de cualquier cosa, el edificio más grande, el coche más rápido, el avión más grande, el más tatuado, la berenjena más grande jamás cultivada.
-         Accidentes, muertes y salvaciones milagrosas.

Simone de Beauvoir
El canal Encuentro, del Ministerio de Educación de Argentina. 

En el canal Encuentro se pueden ver entrevistas a Lacan, a Sartre o a un tocador de gaita colombiana, a Simone de Beauvoir, a Noam Chomsky o a un juglar del Matto Grosso, a Stiglitz, premio Nobel de economía, o un indio Wichí, a una paleontóloga que recorre la Patagonia o a un maestro de artes y oficios.

No estoy hablando aquí de niveles universitarios o científicos de excelencia, sólo hablo de lo que los países dan de información a los simples ciudadanos de a pie, como se suele decir. Los que quieren entretenerse y aprender algo, útil o no, para enriquecer sus vidas mediante la ampliación del conocimiento. O tal vez dicho de otro modo: lo que diferencia los criterios de los países que dejan que eduquen las empresas cuyo único interés es el económico, en relación a los países o estados que se hacen cargo de la educación sin mediadores.