El Blog de Emilio Matei
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martes, 22 de octubre de 2013

La regla que corrige la emoción

Para un escritor decir que algo es inefable, es decir, que no se pueda decir, explicar o describir con palabras, es equivalente a confesar una incapacidad como escritor. No se trata aquí, para el escritor, de hacerlo bien o mal, se trata de rendirse en el terreno en el que rendirse no debería ser posible por estar en la propia naturaleza de su creación y de las herramientas creativas de las que dispone.

En el caso de los artistas plásticos, la inefabilidad pasa por la incapacidad para usar las herramientas del plástico y cambiarlas por las del escritor. Explicar o completar la obra con palabras, con textos escritos, implica el abandono de la materia de la cual una obra plástica está hecha por su incapacidad, la del artista claro, para expresar ciertas cosas.

Reconozco un cierto grado de arbitrariedad en lo que acabo de escribir ya que establece una limitación a la acción del artista al crear su obra. Y toda limitación puede encorsetar a algún artista que, a lo mejor, consigue hacer un hallazgo en el lugar en que las dificultades parecen convertirse en imposibilidades. Pero de todos modos me parece que el razonamiento que expongo, con las debidas licencias, es mejor tenerlo en cuenta que negarlo o desconocerlo.

Georges Braque
Otro campo, pero éste en el que plásticos y escritores conviven en la teoría, es el de la innecesidad de la razón en la creación de la obra de arte. Desde la razón no se crea nada válido, dicen, sólo desde los sentimientos.
Por más que esta discusión haya terminado en el siglo XVIII, vuelve una y otra vez, a lo mejor por la falta de formación cultural de artistas, más allá de lo bueno que sean al crear en su arte.
El arte como juego y como fusión entre razón y sensualidad ya fue pensado por Baumgarten, Kant, Schiller, Hegel, Fichte, Adorno, Marcuse y tantos otros filósofos. Ser artista no convierte a nadie en filósofo, como ser filósofo no convierte a nadie en artista. En este sentido la modestia le vendría bien a muchos cuando actúan en el terreno que no les corresponde. Ya que si bien todos tenemos derecho a pensar y a  tener opinión sobre cualquier cosa, no todo pensamiento que tengamos será válido, interesante o significativo, mal que nos pese.
Si un artista sólo trabaja desde la razón, es posible que alcance lo bueno, pero nunca lo bello, negando de este modo su condición de artista. Y si un artista trabaja desde la pura sensualidad, no podrá distinguir entre lo que sale de sus manos y lo que sale de su ano.
Sobre este tema me quedo con la frase de  Georges Braque: J’aime la règle qui corrige l’émotion. Amo la regla que corrige la emoción.

viernes, 20 de julio de 2012

La trampa de la ética


La ética es una rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir, eso dice Wikipedia de la palabra ética. Otra definición que anda por ahí dice que la ética se relaciona con el estudio de la moral y de la acción humana. El concepto proviene del término griego ethikos, que significa “carácter”. Una sentencia ética es una declaración moral que elabora afirmaciones y define lo que es bueno, malo, obligatorio, permitido, etc. en lo referente a una acción o a una decisión. Hay un montón de otras definiciones que abarcan esta rama de la filosofía y se refieren  siempre a una serie de comportamientos humanos tanto de individuos como de grupos sociales en general.

La palabra ética siempre la escuché o la leí asociada a algo bueno. Y no tener ética significaba, casi siempre, ser una persona poco confiable. ¿Y cuáles son las personas poco confiables por antonomasia? ¿Cómo reconocerlas?

Estamos listos para traicionarte

Con el correr de los años escuché comentarios muy parecidos referidos a negros, judíos, árabes e indios y hace poco me dijeron que en España estuvo de moda decirlo de todos los emigrados de Europa del Este. Todos estos comentarios decían algo así como: tené cuidado con los (agregar aquí lo que uno quiera del listado anterior), esos tipos a la larga siempre te van a traicionar. Este comentario en todos los casos viene a continuación de alguna reflexión sobre una persona que parece apreciable por alguna cualidad, aunque fuera tan básica como la simpatía. Juan es simpático, comenta uno, y el otro dice, tené cuidado con los…, en algún momento te van a traicionar. Y agregan el total absurdo de: yo los conozco bien.

De acuerdo a lo que dije antes, todas esas personas serían poco confiables y, por lo tanto, carentes de ética. Les das la mano y te toman todo el brazo, o el gráfico no le mostrés los dientes, referido a sonreír,  porque después se aprovechan.
¿Qué puedo hacer, entonces, si me gusta el gefilte fish, las galletitas de Ramadán, el candombe, la baguala y tantas otras cosas de gentes tan poco confiables?

Todo esto me hizo enojar con el concepto habitual de ética. O, para ser más preciso, con la carga positiva que se le adjudica. Y me hizo dar un vistazo a las sociedades o grupos sociales que se cohesionan por una ética sólida. Y los resultados son muy interesantes: cuánto más ética es una sociedad o un grupo, más se mienten entre ellos y menos se dan cuenta, y más queda definida la alteridad, la condición de algunas personas de ser el otro. Es decir, dicho de manera explícita, cada vez que un grupo establece una norma y la considera positiva, lo que hace, en realidad, es establecer quién no pertenece al grupo, que indefectiblemente es todo aquél que no conoce la regla o que no la comprarte. Y el que alguien no pertenezca al grupo implica, casi siempre, hacerle perder todo privilegio y deshumanizarlo, y, como consecuencia inmediata, poderlo usar, torturar o matar sin mayores problemas de conciencia. Todos sabemos que es un negro de mierda, que se joda.

Lo mismo me pasa con la gente que tiene una moral muy rígida. La gente que se pone fundamentalista con respecto a cualquier cosa, sea ésta de carácter político o simplemente en el establecimiento de normas de conducta sexual, alimentaria o lo que fuere. A esa clase de personas hay que temerles porque nos miran con desprecio, nos deshumanizan, y por eso se sienten con derecho a someternos a cualquier barbaridad. Son esas personas horribles y mentirosas que ocultan sus lacras y se comportan como bulímicas morales que nunca comen cuando se las mira y que de noche, en la oscuridad, se vacían la heladera cometiendo actos que siempre son opuestos a sus propios preceptos éticos declarados.

En síntesis, prefiero a la gente que no tiene una ética demasiado rígida, que suele dejarse tentar y cometer transgresiones y que me ve como un igual. Esas personas, poco confiables, es difícil que me hagan demasiado daño y es mucho más probable que me comprendan en todos mis defectos y en mi objetiva y débil humanidad.

La Biblia
El Corán
Leyendo el Corán descubrí que los que lo escribieron tenían una clara idea de la relación entre el fundamentalismo y su inevitable hermanamiento con la mentira ya que en varias ocasiones acepta que no se cumpla la norma cuando exigirla sería condenar al que la cumple a la muerte o a transgredir y mentir. Como, por ejemplo, en el cumplimiento del ayuno de Ramadán cuando no se puede por estar lejos o de viaje en tierras de extranjeros y en la prohibición de comer cerdo frente a la alternativa de morirse de hambre. No sucede lo mismo con la Biblia, ni en el viejo ni en el nuevo testamento, que obligan al transgresor a la mentira y a la culpa consiguiente, claro que siempre hay maneras de hacerse perdonar las peores barbaridades tanto para judíos como para cristianos, con, respectivamente, ayunos y confesiones.
A los ateos, por desgracia, no les queda más remedio que ser responsables de sus actos de por vida. Por una cuestión ética.