El Blog de Emilio Matei

lunes, 15 de julio de 2013

Un pandemónium

Según la Real Academia Española, pandemónium es la capital del reino infernal, o, por extensión, un lugar donde hay mucho ruido y confusión. Parece, entonces, que los diablos son muy desorganizados. Y yo creo que eso no es verdad, los diablos no son los desorganizados, ellos son los que desorganizan a los demás.

Estos últimos días se agregó a la ilegalidad manifiesta del ejercicio de poder que realiza Estados Unidos y sus socios de la OTAN, el atentado a los derechos soberanos de Bolivia, con el rapto de su presidente, Evo Morales, y la cacería internacional de Snowden, el espía arrepentido, muy probablemente un pobre ingenuo que creía en las libertades civiles declamadas, pero que se han dejado de cumplir desde hace mucho tiempo. Recuerdo un slogan que se escuchaba por aquí: A los enemigos, ni justicia. Y teniendo en cuenta quién decide quién es el enemigo, la justicia deja de tener cualquier clase de sentido salvo el que le conviene al más poderoso.

Después del bombardeo
Siria
Hay quien dice que Norteamérica está financiado a cuadros del Al Qaeda que pelean en Siria contra Al Assad. Lo que parece un tanto delirante. Pero lo delirante se está convirtiendo en normalidad en tiempos tan anormales. Lo que sí se sabe es que todas las facciones que pelean en Siria son poco confiables. De ahí que últimamente se hable menos de lo que sucede por ahí. No sea cosa que los héroes se conviertan en los malos, como pasó con el Talibán. Y al fin de cuentas lo que se busca, una vez más, es un país desmembrado y con ninguna capacidad para defender la soberanía, cualquiera fuera la naturaleza política de su gobierno. Los muertos civiles, por supuesto, no cuentan. Son inevitables.

La guerra en Afganistán incluye un buen pedazo de Pakistán. País muy grande, potencia atómica, que nada puede contra las incursiones de drones o grupos de tareas de la OTAN en buena parte de su territorio. El flagrante desprecio de las leyes internacionales y de los derechos a la autodeterminación de los pueblos, no parece ser suficiente para disuadir a los más poderosos. A las víctimas sólo les queda quejarse, pero sin hacer demasiado ruido. No sea cosa.

En Israel un grupo de militares detuvieron a un niño de cinco años por tirar una piedra a un coche. La filmación, hecha por un miembro perteneciente a un grupo pacifista del mismo Israel, es apenas un consuelo respecto a lo que piensa ese país sobre el derecho de los más débiles.


El norte de África arde en una primavera árabe que más se va pareciendo a un invierno. El triunfo de los más organizados, que suelen ser los fundamentalistas islámicos, y de los hipócritas que se declaran tales para poder seguir con sus negocios sucios, va en una pendiente con final imprevisible. O, tal vez, sí sea previsible. El modelo libio puede ser el futuro del Magreb y de otros países más al sur, países destruidos en manos de bandas armadas. E imperialistas en santuarios hiperprotegidos alrededor de las riquezas naturales, en particular, el petróleo. Y rutas en el Sahara cuyas fronteras no son más que puestos de peaje en manos de soldados corruptos de cualquiera de los países de la zona. Puestos de peaje, como digo, en el que se detienen migrantes desesperados que intentan llegar a Europa y caravanas de narcos colombianos protegidos por patriotas tuaregs. En las ciudades más grandes y modernas, como Túnez, Femen, grupo de mujeres que se manifiestan con los pechos desnudos y pintados con consignas, buscan ser reconocidas como seres humanos con derechos y no como parte del patrimonio de los hombres. Lo que muchas veces empieza con el derecho a aprender a leer y escribir.

Por fin, en América Latina habría que tener mucho cuidado. No es momento para cometer errores en la política local. No hay que olvidar que los diablos primero se aseguran de que en un lugar haya partidarios propios antes de concederles el franchising del infierno.

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