El pueblo es soberano, pero ningún pueblo dispone del
derecho absoluto a cualquier cosa. Ya traté este tema con respecto a la
discusión que hay en Uruguay sobre las leyes que suelen llamarse de punto final. Estas leyes intentan terminar
con los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura.
Delitos que, por su naturaleza particularmente viciosa, son considerados en el
conjunto de las naciones, imprescriptibles. Sin embargo, apoyándose en un falso
poder absoluto del pueblo, se hizo un plebiscito y de acuerdo a los resultados
obtenidos se decidió terminar con los juicios. Por qué no, entonces, en algún
futuro disparatado, no se podría votar, mediante plebiscito, la muerte de todos
los pelirrojos, todos los fumadores de marihuana o todos los miembros de algún grupo
social minoritario. Si la condición omnipotente del plebiscito fuera verdad,
todas estas alternativas serían posibles.
En síntesis, la soberanía del pueblo tiene, a pesar de su
enorme e inalienable poder, límites precisos.
Ahora, en el tema de los llamados fondos buitres o holdouts, aparecen criterios parecidos a
la falsa interpretación de soberanía que menciono más arriba. En este caso los
contratos o acuerdos económicos deben ser cumplidos a cualquier costo y sin
ninguna clase de matices. Criterio que no existe en ninguna legislación del
mundo.
La declaración de que el
que se compromete a pagar debe hacerlo y listo es falsa. El que se
compromete a pagar debe pagar si puede,
esa es la realidad que todas las leyes de Occidente contemplan. Nadie puede
pagar su deuda con su propia vida, por ejemplo, o con la de los suyos. Nadie
está obligado a entregarse en esclavitud al acreedor en el caso de no poder
pagar.
Las leyes de quiebra o banca rota en Argentina, como en
muchos países capitalistas, por ejemplo, lo único que hacen es verificar si el deudor
quedó insolvente de buena fe. Y si lo hizo de ese modo, distribuirá
armónicamente los restos que hubiera de su patrimonio entre los acreedores y lo
hará en la medida en que el quebrado pueda seguir viviendo a posteriori de una
manera humana. Nadie le puede exigir,
por ejemplo, que entregue a sus acreedores su televisor o su microondas. Y quedará
reivindicado después de un cierto tiempo de modo de poder rehacer su vida en el
futuro.
Inclusive, previo a una quiebra, existen instancias, como
la que suele llamarse convocatoria de
acreedores, que mediante quitas y arreglos varios, permiten al deudor que
pasa por una crisis circunstancial, pero que todavía dispone de un negocio que
puede renacer, trabajar de modo de honrar los acuerdos y volver a ponerse en carrera evitando de ese modo una
banca rota que perjudicaría mucho más tanto a deudores como a acreedores.
Si el futuro deudor decidió recurrir al crédito para
evitar la crisis y cayó, por impericia o estupidez en manos de usureros, y
terminó, como suele suceder, en una quiebra, es seguro que la condición de
usurero de los que dieron el crédito va a ser considerada por el juez que
intervenga. La usura es considerada un delito y es pecado tanto para el
cristianismo como para el judaísmo y el islamismo.
En realidad, el que dice que el que debe debe pagar, así,
a secas, en un caso en el que hay usura de por medio, está diciendo una estupidez,
una falsedad o pertenece a un grupo mafioso.
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