El Blog de Emilio Matei

martes, 19 de agosto de 2014

El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones y los gatos

¿Habrá alguien en Irak, en Afganistán o en la Franja de Gaza, que esté preocupado por el cambio climático?

A veces ciertos temas ecologistas me parecen tan importantes para la humanidad como en la época victoriana las discusiones sobre cómo ser un auténtico dandy londinense.
Nadie puede objetar que es mejor no producir tanta basura o procesarla para poderla aprovechar o que es conveniente no tirar productos peligrosos al medio ambiente. Pero convertir buenas e higiénicas costumbres en una lucha fundamentalista que se extiende a la tierra toda me parece una peligrosa exageración. Exageración porque todo lo que puede contribuir Sudamérica en su conjunto al efecto invernadero no modifica demasiado nada, teniendo en cuenta cualquier parámetro que se quiera elegir como patrón de medida. Los países del norte producen daños tanto más importantes que los nuestros carecen de significación. Y peligrosa porque tiende a desviar la atención de problemas mucho más agudos si de proteger la tierra se trata. Baste ver lo que significó el uso de uranio empobrecido en la guerra de Irak.
Cuando uno ve la enorme cantidad de energía que desperdician y la monstruosa contaminación que producen las armas de guerra, todo lo demás parece una broma. A lo sumo una broma de dudoso gusto, pero broma al fin.


En realidad, en nuestros países cuando se habla de calentamiento global, por lo que eso signifique o por lo verosímil que sea, toda argumentación que no pase por acusar a los países del norte, que son los que la producen de modo significativo, es pura frivolidad, apenas diferente a la gatofilia insoportable con la que nos atosigan en Facebook los amantes de los gatos.

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