Y no se
trata aquí siquiera de considerar a los amigos de los golpes de estado. Ellos
siempre fueron lo que son y lo que serán si se les da la mínima oportunidad. Se
trata de los bienpensantes que
siempre apoyan al que no deben, arrastrados por la mala información a la que
nunca discuten con el único objetivo de sentirse parte de los ganadores o de la gente bien. Si Clarín tiene la culpa, ustedes que están entre
treinta y setenta, ya deberían haber aprendido a leer. Si no lo hicieron, son
culpables también.
No los
voy a perdonar.
Si
todavía no aprendieron a leer el discurso de los que los dominan y los usan y
ya pasaron los treinta años, no hay perdón. Ya tuvieron fe en Menem, al menos
había que jugarle una carta, por qué tanta desconfianza; el estado les
resultaba demasiado poderoso, todos una manga de chorros y una limitación para
sus negocitos. Y digo negocitos porque estoy hablando de burgueses pequeños en
capital pero gigantes en pretensiones. Yo lo voté, dice alguno, yo no lo voté,
dicen otros. Da lo mismo. Después a la Carrió, que vuelve en cualquier momento
porque es la que dice la verdad sin
pelos en la lengua.
El campo
es el que salva a país, los vagos son los únicos privilegiados, los
industriales exitosos son los únicos que saben administrar y yo pago los
impuestos; para qué mierda queremos a las Malvinas, Aerolíneas es un desastre y
si estafamos a Repsol con YPF después a no quejarse si nos destratan en el
mundo.
No, no
los voy a perdonar.
La verdad
es que me exigen un gran esfuerzo para no pedir voto calificado. Ellos, los
zombies, no tienen suficiente nivel como para que su voto tenga el mismo valor
que el de un ciudadano de a pie.
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