Para que una piedra caiga desde lo alto hacen falta dos cosas,
empujarla hasta que supere el borde y la gravedad. Después de esta analogía
propia de algún gurú o escritor de libros de autoayuda, que no me enorgullece,
entro en tema.
El caso Brasil
Manifestaciones en Brasil |
En la realidad brasileña, la gravedad estaría representada
por el contexto capitalista y la acción del imperio. Todo sucede allí, como en
el resto de Latinoamérica, en esa bruma que nos sumerge. Y el empujón está
dado por el ascenso social debido a los gobiernos progresistas, de muchísima
gente que adquiere comportamientos de clase media alienada antes de entender
cuáles son los resortes, frágiles todavía, que les permitieron alcanzar
privilegios que nunca gozaron antes y que ahora pretenden tener. Y que van a
terminar perdiendo no por la presión de la clase más baja sino por la acción de
la más alta.
Esta realidad confusa y heterogénea, amén de sospechosa, que
se pone en movimiento en Brasil y que amenaza por propagarse en la región, puede
ser explicada al menos en parte, por el efecto del ascenso social de personas
que no lo acompañaron con mayor educación.
Sin un proceso en el que las personas adquieran mediante formación,
la independencia de criterio que se requiere para tener la conciencia de su
verdadero papel social, con la consiguiente lucidez respecto a quiénes son
amigos y quiénes enemigos; lo que sucederá, o ya está sucediendo, es que apenas
dispongan de algún privilegio propio de la clase media, tratarán de mantenerlo
enfrentando a la clase de la que vinieron hace muy poco. Lo intentarán mediante
la adquisición rápida de los vicios de la clase a la que acaban de alcanzar.
Todo el contexto ayuda a que esto sea así. Se trate de los
medios concentrados y en manos del neoliberalismo, de las ONGs de financiación oscura o de las
religiones y sus instituciones.
La paradoja
En realidad, o el
progresismo avanza con rapidez en la educación y formación política y moral de
la gente o, simplemente, crea más votantes para sus enemigos.
La pregunta que me hago es si el capitalismo, aún el más
humanista, tiene en sí la fuerza necesaria para avanzar en el criterio del bien
común antes que en el del privilegio.
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