El Blog de Emilio Matei

lunes, 1 de julio de 2013

Una cierta tristeza

Biocarburantes de todo tipo: biodisel de maíz, carburantes para aviones hechos a partir de caña de azúcar, algas, celulosa, aceite usado de fritura. Una carrera para encontrar nuevos combustibles que puedan sustituir a los fósiles.
Biodisel de maíz

Hay varias razones para hacerlo. La primera y más urgente, es el precio cada vez más alto de los combustibles fósiles que, si bien es cierto que cada vez se encuentran nuevos métodos de extracción, los precios suben en acuerdo con la complejidad que esa extracción exige. Y la otra razón es que su existencia es limitada y a la corta o a la larga, se van a acabar.
Pero, pese a lo que digan los catastrofistas de siempre, todavía hay muchas soluciones que terminan con una nafta usable por los motores de combustión interna que existen en la actualidad. Y, en realidad, eso produce una cierta tristeza.

Desde hace años la ciencia ficción y a veces la misma ciencia, apunta a baterías eléctricas de enorme capacidad, a pequeñas pilas atómicas, a la energía solar y al uso del hidrógeno como combustible. Sistemas no contaminantes, límpidos y eficientes, que alguna vez serían baratos y nos permitirían viajar por todas partes sin las limitaciones que el gasto va imponiendo, hoy en día, cada vez más.

¿Los nuevos combustibles a partir de la biomasa, por resolver el problema de combustible de forma sencilla, van en contra de los desarrollos tecnológicos más innovadores en términos de producción de energía mecánica? ¿Esos combustibles limitarán la inversión en nuevas tecnologías? Esperemos que no.

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