El precio de la historia Serie en History Channel |
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Negocios de compra
venta en los que, como en todos los negocios de compraventa, alguien se aprovecha,
en forma más o menos encubierta, del que vende. Nunca demasiado necesitado, por
otra parte, contra lo que suele suceder en la realidad en la que el que vende o
empeña está desesperado o es un ladrón.
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Platos voladores,
civilizaciones del espacio que vinieron hace milenios, visitas y encuentros actuales
con extraterrestres súper evolucionados, que eligen para sus contactos los
cerebros privilegiados de magos y tarotistas.
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Monstruos inexistentes
basados en mitos antiguos o de cualquier otro tipo, razón suficiente para ir a
la búsqueda basada en el absurdo lógico de que hay que probar la no existencia de algo.
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Armas y más armas.
Cómo asesinar hoy en día, cómo lo hizo Alejandro, cómo lo hacía el faraón, cómo
los nazis, cómo funcionaba una catapulta, cómo se quemaban a los invasores y un
largo etcétera. Hombres forzudos o con caras de intelectuales, mujeres gordísimas
o hermosas, niñitos y niñitas, todos emocionados al apretar el gatillo.
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Motos y coches.
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Récords mundiales de
cualquier cosa, el edificio más grande, el coche más rápido, el avión más
grande, el más tatuado, la berenjena más grande jamás cultivada.
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Accidentes, muertes y
salvaciones milagrosas.
Simone de Beauvoir |
En el canal Encuentro se pueden ver entrevistas a Lacan, a Sartre o a un tocador de gaita colombiana, a Simone de Beauvoir, a Noam Chomsky o a un juglar del Matto Grosso, a Stiglitz, premio Nobel de economía, o un indio Wichí, a una paleontóloga que recorre la Patagonia o a un maestro de artes y oficios.
No estoy hablando aquí de niveles universitarios o científicos de excelencia, sólo hablo de lo que los países dan de información a los simples ciudadanos de a pie, como se suele decir. Los que quieren entretenerse y aprender algo, útil o no, para enriquecer sus vidas mediante la ampliación del conocimiento. O tal vez dicho de otro modo: lo que diferencia los criterios de los países que dejan que eduquen las empresas cuyo único interés es el económico, en relación a los países o estados que se hacen cargo de la educación sin mediadores.
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