El Blog de Emilio Matei

domingo, 26 de agosto de 2012

Bajo el paraguas de la democracia, cualquier cosa

Últimas elecciones en Grecia
Los votos seguros de la mayoría son sólo una base, una condición necesaria, pero de ninguna manera suficiente.
Esto es elemental pero no está de más remarcarlo. Desde los torturados de Abu Ghraib o los de la Bahía de Guantánamo, hasta los 8000 desaparecidos y los que siguen desapareciendo de la Cachemira en manos de policías y militares indios. Desde los mineros masacrados de Sudáfrica y los civiles libios muertos por las fuerzas aéreas invasoras de democracias europeas, hasta los Taliban, que ganarían con seguridad una elección sin fraude en Afganistán y lapidarían alegremente a las mujeres infieles, por ejemplo.

 Todos estos muertos, o los que puedan aparecer, en delitos de lesa humanidad cometido por estados democráticos, hacen evidente que el horror no es monopolio de los estados controlados por gobiernos autoritarios llegados al poder sólo por la fuerza de las armas.
Es posible, entonces, que haya que redefinir lo que llamamos democracia, extender el concepto a algo más que al gobierno de las mayorías elegido en elecciones sin fraude, que resulta insuficiente, Agregar los derechos humanos definidos con precisión, por ejemplo. El problema es que las llamadas democracias occidentales, que se dan como ejemplo, tienen en realidad una enorme hipocresía. Con toda tranquilidad pueden declararse defensores a ultranza de los derechos humanos, erigirse en custodios universales de esos derechos, mientras están parados sobre las mesas de tortura de sus propias democracias.

Y de esto se desprende que el problema de los medios masivos de comunicación es uno de los más importantes con que se encuentra un gobierno si quiere avanzar sobre una verdadera democracia, un verdadero gobierno del pueblo en el que la hermandad entre las personas no sea sólo declamativa.

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