Gilles Deleuze |
Es bien sabido que los franceses educados aman su lengua.
Disfrutan con fruición la pronunciación perfecta, la perfecta gramática. El
sonido de su idioma les suena a canto y no soportan que algún extranjero cometa
el mínimo error, que no dudan un momento en corregir.
Todo esto está muy bien, ¿quién podría objetarlo?
En los últimos años, sobre todo desde la caída definitiva
del estalinismo, pero en realidad,
desde el fin de la segunda guerra mundial, cuando el marxismo va cediendo
terreno en las universidades sin prisa y sin pausa, aparecen una gran cantidad
de intelectuales que poco a poco van sustituyendo a sus antecesores ofreciendo
una nueva interpretación del mundo.
Todos los campos del pensamiento filosófico, sociológico,
antropológico, psicológico, etc. etc. son cubiertos por nuevas figuras. Hasta
aparecen nuevas disciplinas más o menos justificadas en las también nuevas
interpretaciones del mundo real.
Y los jóvenes cambian viejos dioses barbudos y trajeados,
enfáticos, mesiánicos, virulentos e iluminados, por otros inspirados,
homosexuales, gurmets, verborrágicos
y mediáticos. Casi todos franceses.
Y es entonces cuando la lengua francesa, tan querida y
gozada por los intelectuales franceses, suele obnubilar los conceptos y
esconderlos o anularlos en un supuesta poética que sólo algunos pueden
comprender. (Merde alors, malheureusement
pas moi!)
Espero que alguien pueda explicarme la gracia de la
contradicción en esta declaración de Gilles Deleuze ya que a mí se me escapa.
Pido disculpa por mis limitaciones, tengan en cuenta que claramente soy un no iniciado.
“No escribo contra alguien o contra algo. Para mí, escribir
es un gesto positivo: consiste en decir lo que admiro, no en combatir lo que
detesto. Escribir para denunciar es el nivel más ínfimo de la escritura. En
cambio, es cierto que escribir implica que hay algo que no va bien en el estado
de la cuestión que se desea abordar. Que uno no está satisfecho. O diría, por
tanto: escribo contra las ideas estereotipadas. Siempre se escribe contra las
ideas estereotipadas.” (De una entrevista realizada por el periodista Pierre
Etienne)
Coññóóó, como dicen mis amigos cubanos. ¡Voto al paper de Sokal! ¿Estoy escribiendo en el
nivel más ínfimo de la escritura o, como algo que no va bien, contra las ideas
estereotipadas?
Esta oración carece de contenido, es pura forma, está aquí
porque se supone que es una mala práctica literaria terminar un escrito con una
pregunta. Creo que este final está de acuerdo con el tema que se trata: la
frivolidad en la cultura o la cultura de la frivolidad.
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